Manuel Malaver.
Cuando el 31 de mayo pasado el Secretario General de la OEA, Luís Almagro, pidió en la Asamblea General del organismo activar la “Carta Democrática” contra el régimen de Nicolás Maduro, puede decirse que el “dictadorzuelo” contó con algunas “ventajas comparativas”, pues “activar”, en este caso, no es “aplicar”, sino que comienza un proceso que puede concluir o no en la aplicación.
Respiro que, Maduro, con la consejería de los aliados cubanos, comenzó a aprovechar audazmente para “desactivar” la posible “aplicación” volviendo añicos el “proceso”.
Y es que aquí donde aparece el diálogo, que no hubiera llegado muy lejos si Maduro no encuentra a dos entusiastas partidarios en la MUD, a los señores Manuel Rosales de UNT y Henry Falcón de “Avanzada Progresista” que, conjuntamente, con tres enviados de la Unasur, los expresidentes Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos, fueron poniendo piedra tras piedra y tentación tras tentación para que a finales de octubre, Almagro, declarara que “como gobierno y oposición en Venezuela habían iniciado un diálogo, entonces, la OEA suspendía el proceso de activación”.
El problema fue que, luego que la oposición se aplicó la autoderrota que barrió con la histórica victoria del 6D, y Maduro pudo terminar el 2015 con la esperanza cierta de llegar al 2018, el “dictadorzuelo” no hizo una sola de las concesiones con las que hubiera logrado el beneficio de la duda de que la “Carta Democrática” no era necesaria para solucionar la crisis venezolana, y, se negó a darle fecha y fijar un cronograma para las elecciones de gobernadores y alcaldes, soltó cinco presos de los cien que aún permanecen en las cárceles y la crisis humanitaria siguen destruyendo vidas venezolanas porque “Su Majestad”, el líder autobusero, se niega a reconocerla.
En otras palabras que, el momento estelar para que Almagro reapareciera con una reactualización de su Informe sobre Maduro y Venezuela y planteara que, dado que el “dictadorzuelo” se había burlado de la oposición con el diálogo, que no había resuelto uno solo de los problemas del país, se olvidó de los presos políticos y sus familiares y seguía violando la Constitución como le daba la gana, entonces, convocaba una reunión del Consejo Permanente para que se replanteara la aplicación de la “Carta Democrática” a Maduro y su pandilla.
Cuestión que pudo concluir, otra vez, en el tema de la activación, el proceso y la aplicación de la Carta, si 18 países miembros de la OEA no plantean que, dado que la expulsión de Maduro podía resultar inútil y contraproducente, entonces, mejor se le ponía en el banquillo, y se le combinaba a convocar las elecciones para gobernadores y alcaldes, a liberar a los presos políticos y a respetar la Constitución.
O, lo que es lo mismo: que los representantes de Maduro en la OEA oirán hoy cosas concretas, efectivas, reales, sobre atropellos, abusos y arbitrariedades que viene haciendo y bypaseándo, dándoles largas, porque, si algo ha aprendido en estos años, es a no hacer nada para detener el curso de su dictadura, mientras afirma que la verdad, ni la realidad existen.
¿Logrará hoy la OEA comprometerlo a hacer elecciones, liberar los presos políticos y respetar la Constitución?
No lo creemos, aunque si es posible que convoque un nuevo diálogo o que afirme que lo está haciendo.
Y es posible que algunos lo crean, pero no la mayoría de los países miembros de la OEA, ni la mayoría de los partidos de la oposición democrática en Venezuela, ni la mayoría del pueblo venezolano.
De modo que, su futuro y destino es rodar, trasegar, deambular, como un paria, como un impresentable, que puede muy bien lucir el título de “asesino en serie”, porque son de a miles los venezolanos que se mueren de hambre, o porque no hayan medicinas y o no pueden escapar a las balas que el estado forajido de Maduro dispara desde todos los puntos, ángulos y motivaciones.