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(Vía El Diario de Caracas)
Tiene que haber sido un odio animal, primitivo, sin retenciones morales, puro instinto de comer y de matar, el que inspiró a la jueza Barreiros a dictar la cruel sentencia contra Leopoldo López; la que –bien se lo advirtió Leopoldo en su cara- la ha condenado a ella más severamente que a su víctima.
Aparte de las abundantes pruebas jurídicas y procesales que se alzaban a favor de la absolución, estaban de por medio consideraciones políticas elementales; sí, esas a las que suelen recurrir incluso personas sin piedad ni moral pero instintivamente hábiles para sopesar sus actos. Cuando se trata de proteger un poder del que disponen en forma absoluta podía esperarse que el régimen hiciera uso de algún gesto tangencial, propio de los duchos en el arte de las mágicas imposturas. Una especie de lance torero para compensar en alguna forma el pésimo momento que está padeciendo. En fin, teniendo todo el derecho a su favor, pudo pacíficamente absolver a Leopoldo López.
Pero si las fuerzas que se disputan el control del poder y del partido no lo hubieran autorizado, cabría todavía esperar la atenuación de la pena como fórmula de compromiso, asociada a la “residencia por cárcel” Algunos, en efecto, calcularon que algún esguince aplicarían. Personalmente no lo descarté y he aquí el zarpazo propinado por Susana Barreiros, que desvaneció las esperanzas.
No obstante, entre los efectos colaterales de semejante desmán saltan a la vista la orfandad política y moral del gobierno, la rabia que lo enmudece, tributaria ella de la voluntad de cambio que ha prendido en los venezolanos, y la incapacidad para actuar con lógica en la confusión de lenguas que estremece a la Babel chavista.
¿Creyó la jueza que la reacción de los ofendidos por su bárbara sentencia no duraría mucho? Quizá se confió a una dudosa conseja acerca del carácter de los pueblos.
– La gente olvida pronto, le habrán indicado sus mandantes con sonrisa entreverada.
Sin embargo el gobierno que le impuso el sacrificio, gustosamente aceptado por ella, no se tragó el consejo. Queriendo curarse en salud la sacó del medio. Le ofreció engalanarla con el cargo de cónsul en Chile, país distante geográficamente pero cercano humanamente. Además, el descrédito del gobierno ya no conoce fronteras; se ha internacionalizado a velocidad de vértigo.
– No te preocupes, un tiempo en Chile y todo habrá quedado en la bruma, solapado por otras noticias.
¡Pobre consuelo! ¡Ah Susana cómo crepita el fuego eterno!
El 22 de los corrientes Antonio Ledezma tendrá su primera audiencia, después de cuatro inexplicados aplazamientos. El caso es que la batalla parece haber comenzado.
El nudo de la acusación es la conspiración. Golpes, conspiraciones, homicidio. ¡Cómo les gusta proyectar los delitos que ellos, más que nadie, han cometido!. El contraste entre el “conspirador” Ledezma y el “conspirador” Chávez es impresionante. No consta en parte alguna el más leve indicio de que el Alcalde Metropolitano haya incurrido en cualquiera de esos delitos a lo largo de toda su vida política. Nadie le ha imputado nada parecido, hasta este momento en que un régimen marcadamente falaz pretende condenarlo sin causa. Es lo que acaba de ocurrir en el explosivo caso de Leopoldo. El motivo de su inhumana condena es político. Se le quiere poner al margen en medio de la tormenta que amenaza llevarse al gobierno, sobre un océano de votos.
Lo mismo han pretendido hacer con Antonio, pero su escasa visión, su estrechez de miras, no les permite descubrir que si lo condenaran fortalecerían, unirían y harían más firme el ánimo de la oposición. Su lógica no llega ni al crucigrama. Se reduce a las reglas básicas de las matemáticas. Creen restar cuando inhabilitan líderes de semejante categoría, y no se percatan del efecto contrario: están engrosando el caudal opositor. La resta no resta, suma y multiplica. Se afincan contra la MUD e intentan terceros caminos, y lo que hacen es polarizar de tal modo que no quepan vías alternas. Es PSUV o es MUD. Los presos y los exiliados necesitan que sea la MUD porque de su victoria depende su libertad, su retorno al país.
Si Antonio no conspiró nunca, Chávez lo hizo siempre, incluso después de llegar al mando. Conspiró el 4F y el 27N, conspiró casi permanentemente siendo militar subalterno. En condición de presidente violó la Constitución, destruyó el principio de la división del poder, se apoderó de las funciones legislativas, contraloras, judiciales, fiscales y electorales. En la acera del frente, Antonio se opuso tenazmente y nunca dejó de utilizar los espacios de legalidad para desempeñarse con el éxito que lo acompaña.
Aun encerrado en la cárcel o bajo residencia por cárcel, Antonio no alienta violencia, guarimbas o golpes de estado. Como elector o candidato es un luchador emanado de procesos electorales. Cree en ellos, cree en la unidad, cree en las parlamentarias, votará por la tarjeta de la MUD y su partido está en eso sin tregua.
Antonio además es tan conocido en el mundo como Leopoldo. Un juicio no debido o una condena gratuita conmoverán la opinión internacional tanto como la nacional, en un tiempo en que Maduro pareciera acercarse al umbral del Infierno.
¿Habrá jueces dispuestos a inmolarse para ingresar a un círculo dantesco? ¿Descubrirán los líderes del gobierno que el odio, la venganza y la soberbia pueden tener sabor suicida? ¿Descubrirán que la política aplicada con decencia es una expresión de máxima sabiduría?
Ideal irrenunciable es que Leopoldo, Antonio y todos los presos políticos y emigrados forzosos recuperen su libertad. @AmericoMartin
Fuente: http://americomartin.com