No estoy de acuerdo en absoluto con quienes sostienen que, murió Fidel Castro y se acabó el comunismo cubano, como si un nombre, una imagen, o una presencia física, pudieran contener la totalidad de un sistema que lleva instaurado casi seis décadas.
Y no niego que, por el rol de embaucador nefasto que jugo en América y el mundo en el larguísimo medio siglo en el que, afectó la política global de un modo especialmente crítico y sensible, el dictador se transfiguró en un error histórico que costará corregir, pero sin que ello suponga que su desaparición incluya un modelo político y económico cuyas estructuras anclan en lo interno y lo externo, en lo físico y lo espiritual.
Quiero decir que, aunque no es imposible que la muerte del caudillo anime a sus sucesores a aplicar algunas reformas en la isla, no será para darle el pistoletazo final al comunismo sino para suministrarle respiración boca a boca.
Así sucedió en la Unión Soviética después de la muerte Stalin en 1953, cuando líderes como Jruschov denunciaron y arremetieron contra los crímenes y la herencia del dictador, pero hicieron falta más de tres décadas para que en 1990 el comunismo desapareciera feliz y contundentemente de la URSS.
De China puede decirse otro tanto cuando Mao Tse Tung falleció en 1976, pues, si es cierto que sus sucesores instauraron el capitalismo en lo económico, en lo político, la dictadura de los comunistas fue remodelada, reconducida y perpetuada.
Pero es que ya Cuba ha dado muestras de que puede perfectamente sostener el sistema sin Fidel, pues desde el 2006 fue separándose del cargo, y no se percibió que, en lo intrínseco, sucediera nada de particular. Excepto la ruina económica en la que dejó sumida la isla, bajo el sistema comunista que no ha servido para nada.
En Venezuela –y para no continuar yéndonos tan lejos- Chávez, un personaje tan emblemático para los comunistas de aquí como Castro para los cubanos- murió en marzo del 2013, y contra todos los pronósticos, un burócrata sin carisma, desangelado y aburrido como Maduro, lo sucedió y el sistema pareciera continuar como si nada. Excepto de nuevo, la miseria y la ruina económica con que han dejado estos sátrapas, al que fuera el país más rico de América Latina bajo es sistema castrochavista.
En definitiva, que si bien nada podría ser más deseable para Cuba, Venezuela, América y el mundo que Castro se lleve el comunismo a la tumba, tengo que hacer de abogado del diablo en la causa y alertar que, el comunismo sigue su molienda, aun con la ausencia de sus fundadores. Por lo menos sus herederos hacen el intento.