Un Maduro agónico, y al borde del colapso total, nos trae cada día un menú de mentiras a cual más diversas, en procura de que el país se desmoralice y no perciba que los horas del dictadorzuelo están contados.
De las más socorridas es aquella, según la cual, el régimen puede hacer lo que le da la gana con la Constitución y, muy en especial, con el “Referendo Revocatorio” que ya fue convocado por la oposición y transcurre en lapsos que lo hacen factible este año.
Sin embargo, si tal patraña fuera cierta, Maduro no habría inventado el diálogo, que es una suerte de burladero, en el que, cualquier intento legal por salir del indocumentado, se volvería espuma.
Y que se ha ido evaporando, desvaneciendo, incluso para su principal promotor, el expresidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, que le ha dado tantas versiones al diálogo, que ya no tiene nada que ver con el original.
Otra estafa preferida de la fábrica de engañifas de Maduro -y que se ofrece a los consumidores en los más diversos empaques-, es la que reza que, en Venezuela no hay hambre, desabastecimiento o escasez, ni nada que se le parezca y que si hay multitudes por las calles de Venezuela clamando por harina pan, carne, pastas, azúcar y aceite, es porque son extras de alguna película o serie de televisión.
Sin embargo, el último fin de semana, el mundo vio asombrado cómo miles de venezolanos desbordaban uno de los pasos fronterizos con Colombia e inundaban la ciudad de Cúcuta para comprar lo que encontraban.
El régimen enmudeció, se paralizó y es que la realidad volvía a desplegar una verdad que gritan los venezolanos y que cada día se ha hace más próxima: la dictadura de Maduro se cae y para evitarlo no hay mentiras ni engañifas que valgan.