Comienza una semana decisiva para el diálogo y para el conjunto de tendencias que determinarán si en Venezuela es posible, en el corto plazo, una salida política que ponga fin a la represión y a la terrible crisis humanitaria que nos tiene sin alimentos, medicinas, seguridad y servicios básicos.
Siete días, en fin, en que los actores, gobierno y oposición, se concentrarán en mostrar su fuerza, sus músculos, pues será en la fortaleza o debilidad de unos y otros donde está la clave para descubrir si de verdad están interesados en buscarle una salida pacífica a la crisis o resistir a las soluciones como sea.
Pero también la sensatez pasa a desempeñar un rol fundamental, pues no percibir que lo que se juega en el diálogo es nuestra persistencia como nación y sociedad, no conduciría sino desbarrancarnos por un clima de violencia que se saben cómo empiezan, pero no como terminan.
Básico va a resultar, en el contexto, la unidad con que cada uno de los equipos inicia la partida, pues adelantar movidas que no cuenten con el respaldo de todos los jugadores, abriría cauce a un caos que, de por sí, es una señal de derrota.
Por eso, la semana, aparte de la fuerza y la sensatez, es también ocasión para una demostración de unidad de todos los factores que integran la oposición que, si no se tiene, haría fútil cualquier esfuerzo, sobre todo si se toma en cuenta que es la última oportunidad para salvar la democracia, la libertad y la constitucionalidad.
Y en este orden, la Mud tiene una gran responsabilidad ante el país por cuanto solo imponiendo sus condiciones se podrá garantizar la paz de la República.