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Da mucha risa el gobierno de Maduro y podría provocarla aún más si la generalidad de sus políticas no se tradujeran en un deterioro de la vida económica y social que ya nos conducen a un desabastecimiento feroz y al asesinato de niños por atreverse a protestar.
Pero limitándonos al ángulo cómico -que es el tema de este artículo- yo quiero preguntarle al lector si no se desternilló a carcajadas cuando oyó el anuncio de un Maduro todo serio, tonante y desafiante de que acaba de castigar al imperio imponiéndole a sus ciudadanos de que tenían que solicitar visas para ingresar al país.
Como si hubiera mucho gringos, o latinoamericanos, o europeos, o asiáticos o africanos con ganas de meterse en un infierno donde no hay papel toalet, hojillas de afeitar, jabón, detergentes, y otros ingredientes básicos indispensables para la higiene personal.
Y no hablemos de la comida, las medicinas, los servicios hospitalarios, el transporte y la seguridad que hace tiempo desaparecieron, sino que por la rebatiña de unos y otros se puede arriesgar la vida en la Venezuela de Maduro.
Pero si hasta los chinos y árabes que tradicionalmente llegaban a incursionar en el pequeño comercio en todos sus ramos, se están desviado para Cuba, Vietnam y países de Europa del Norte que antes fueron devastados por el socialismo y el comunismo y ahora buscan recuperarse con el capitalismo.
“Le damos 15 días al gobierno de Estados Unidos para que reduzca el personal de su embajada en Caracas”, declaraba ayer la cancillera, Delcy Rodríguez, y de verdad me he reído tanto que hasta se me quitó un dolor de cabeza que cargaba desde hace una semana por falta de calmantes.
“Pero señora Rodríguez” me provocaba gritarle “pero si ahí ya no queda personal y le juro que si obliga a irse a los últimos, no se lo van a criticar sino agradecer”.