En los cuatro meses que han transcurrido desde las elecciones nacionales en España, su fragmentado parlamento no ha logrado ponerse de acuerdo para elegir un gobierno. Tras el reciente fracaso de una negociación de 11 horas que contó con la mediación del rey Felipe VI, España convocará unas nuevas elecciones para fines de junio. Las encuestas muestran que el próximo parlamento podría ser aún más combativo, lo que desembocaría en meses de limbo político.
Después de décadas en que los dos partidos mayoritarios se turnaron el timón de la política, los votantes respaldaron a nuevas organizaciones políticas que les prometieron un nuevo comienzo, con cambios en las políticas de austeridad económica y el fin de los escándalos y el amiguismo instaurados por la vieja guardia.
Eso debería haber sido el inicio de un esfuerzo de los líderes políticos por alejarse de las rivalidades y ambiciones personales, pero la realidad ha estado mucho más cerca de lo que los españoles definen desdeñosamente como un circo.
Los dos partidos mayoritarios, el Partido Popular del presidente en funciones Mariano Rajoy y el partido socialista, PSOE, se negaron a formar una gran coalición, mientras que partidos emergentes como Ciudadanos, de centro y Podemos, de extrema izquierda, cayeron en disputas y se demostraron una gran animosidad.
España no está sola en su confusión política. Son tiempos difíciles para Europa con la crisis del euro, los refugiados y el creciente desencanto con la Unión Europea. En Irlanda fracasaron varios intentos de formar un gobierno y a Portugal le tomó 53 días formar una coalición después de las elecciones de octubre; en Hungría y Polonia, los votantes han instaurado gobiernos xenófobos y pronto los británicos van a decidir si deben abandonar la Unión Europea.
Sin embargo, España no puede soportar este vacío durante mucho tiempo. La Comisión Europea está presionando a Madrid para que reduzca aún más su déficit presupuestario, y el talante del próximo gobierno determinará su respuesta. La austeridad es una de las razones por las que Rajoy perdió su mayoría, y los partidos de izquierda han basado sus campañas en una plataforma antiausteridad.
La democracia puede desordenarse en momentos difíciles como estos. Pero mientras España se prepara para una nueva elección nacional es importante tener en cuenta que la democracia no es la causa de los problemas, como podrían argumentar los líderes autoritarios, sino el reflejo de una nación que trata de solucionarlos.
Un mensaje claro emanado de las pasadas elecciones españolas fue el anhelo de los ciudadanos por un liderazgo mejor y más honesto. Los partidos de España deben recordar eso.
NYT