Manuel Malaver
Como el gobierno de Maduro no está interesado en los resultados diálogo -y ni siquiera en su realización-, entonces, es evidente, que empezó sacándole una enorme ventaja a la oposición por el simple hecho de anunciarlo.
Todo lo cual, no quiere decir, sino, que la oposición debe pasar ahora al contraataque, quizá no tanto renunciando al diálogo, pero sí exigiendo que sus resultados sean rápidos, tangibles e irreversibles.
Para ello es indispensable que, proponga una agenda de pocos, pero puntos muy precisos, y que pida su cumplimiento en plazos muy cortos.
Paralelamente, debe continuar la movilización de calle programada antes de la reunión del domingo, no solo sin permitir que se convierta en contradictoria o refractaria con el diálogo, sino que pase a ser complementaria.
Por esa vía, diálogo más calle, se lograría un objetivo fundamental: que la protesta popular contra Maduro no excluya los contactos que se puedan mantener con su gobierno y, si estos son positivos, mejor.
Pero si no lo son, no se puede permitir al dictador y sus compinches que los usen para enfriar la calle, para dividir a la oposición y salir al final con el cuento de que, él quería dialogar, pero no lo dejaron.
Porque, sencillamente, Maduro, como buen hijo de Lenin, Stalin, Mao, Fidel Castro y Chávez, no quiere el diálogo sino que, lo flamea en un momento de extrema debilidad para ganar tiempo, bypasear la protesta popular, sobre todo su presencia de calle, en espera de que se agote después de inciertos resultados y pasear después a contragolpear, tal como hizo Chávez en el 2003 y el propio Maduro en el 2014.
De modo que, demasiados buenos ejemplos tiene la MUD para no equivocarse con los ofertas de diálogos maduristas, con el amor que descubrió de repente que le tiene a todos los venezolanos y, en especial, a los de la oposición.
Como también los deberían tener el representante del Vaticano en el diálogo, Monseñor, Claudio María Celli, así como el Subsecretario de Estado, Shannon, quien llegó a noche a Caracas a respaldarlo a nombre del presidente Obama, y tantos otros, que tendrían que conocer que un diálogo sin agenda precisa y resultados inmediatos, no sirve para nada.