Manuel Malaver
Es cierto que se trataba del peor “Acuerdo de Paz” jamás firmado, que el rechazo de Santos en Colombia supera al de Maduro en Venezuela y que una campaña fundamentada en el miedo y el ventajismo hizo lo suyo, pero analistas, comunicadores y politólogos colombianos están contestes en afirmar que, el pánico al castrochavismo fue decisivo para que, los electores no cayeran en una trampa que les ofrecía paz para hoy y guerra para mañana.
Y no fue obra de un hábil estratega como Uribe que insistiera en la trinidad Santos-Timochenko-Maduro, sino que, siendo evidente que el primero jugaba con todo para que los castrochavistas lo consideraran de su equipo, entonces, no fue miedo sino pánico, lo que empezaron a sentir quienes debían decidir el futuro de Colombia.
La Venezuela destruida por Maduro y la democracia reducida a polvo por los peores enemigos que ha conocido en América desde que la gerentocracia cubana conservó su uso de la razón, pienso que desfilaban una y otra vez ante los ojos y las mentes de aquellos que, habían luchado por más de medio siglo para que los comunistas no despedazaran al país que habían creado Bolívar y Santander.
Andaban entre los electores, los 25 mil colombianos que fueron expulsados por Maduro de sus tierras y hogares en Venezuela y aventados a un futuro incierto cuando tuvieron que rehacer sus vidas, mientras Santos los llamaba a confiar en Maduro, Timochenko y Raúl Castro.
Pero, igualmente, desde Venezuela, también llegan los refugiados venezolanos, asolados por el hambre, las enfermedades y la represión y víctimas del sistema que promueven los guerrilleros a quienes el “Acuerdo de Paz”, no solo garantiza impunidad, sino la posibilidad de que, por lo menos, una parte del territorio colombiano repita la experiencia madurista.
En otras palabras que, imposible que con tal empaque, tales apoyos, tales garantes y tales antededentes el “Acuerdo de Paz” Santos-Timochenko prosperara y no fuera rechazado con un colombianísimo: ¡NO!.
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