Manauel Malaver
Las manifestaciones que se celebraron ayer a lo largo y ancho del país son otra prueba, de que la presencia del pueblo en la calle es un fin en si mismo y de que basta con que cientos, miles o millones de personas se lancen a protestar para que los dictadores se sientan desestabilizados, confundidos y proclives a rectificar.
Por eso, el objetivo político fundamental de la antidemocracia es la pasividad de la gente, y mantenerlas distraídas en tareas que se reducen a la lucha por la sobrevivencia y de esta manera mantenerlos sometidos.
Al contrario, si a pesar de la represión y las demostraciones de fuerza y violencia, la gente se vuelca, se vuelve quebrada, arroyo, o río y empieza inundar los espacios, entonces veremos a los armados y uniformados retroceder y dejar que pase la corriente.
Ayer vimos en Caracas y ciudades del interior cómo miles de manifestantes que exigen la celebración del Referendo Revocatorio, le aplicaban está “forma de lucha” a los violentos y se la imponían, porque, no se trata de caer en la trampa de empeñar una batalla desigualdad con el régimen, sino de informarle que se está en las calles y para no abandonarlas.
Es, por cierto, la peor noticia que puede recibir el dictador Maduro, pues se trata de una especie de referéndum celebrado a diario en las calles de todos los estados del país en el cual miles de personas ya revocaron al dictador, y ahora lo que falta es formalizarlo con unas elecciones pautadas en la Constitución.
Y cómo se da por seguro que sufrirá una derrota catastrófica, entonces, Maduro trata de imponerse por la fuerza, sin reconocer que la fuerza sin legitimidad es un corrosivo que diluye a quien la aplica.