Manuel Malaver
Según afirmo Jorge Rodriguez, el régimen de Maduro está poniendo como condición para iniciar el diálogo que, Carlos Vecchio, sea desincorporado de la representación de “Voluntad Popular”, alegando que se trata de un “individuo” con privativa de libertad dictada por un tribunal por la comisión de delitos penales.
Calumnia del tamaño de una catedral, porque todo el mundo sabe que, Vecchio, es un perseguido político al cual se le pretende cobrar su participación en las manifestaciones de febrero y junio de 2014, siendo que, la misma, si existió, no se apartaba de un derecho que le garantiza plenamente la Constitución.
Pero no es lo que le interesa al dictador, Maduro, quien tiembla cuando ve manifestantes en la calle, y no solo los retira a plomo limpio, sino que los acosa con sicarios judiciales que se hacen llamar jueces y no descansan hasta llevarlos a la tenebrosa cárcel de la Tumba y torturarlos.
Diligencia que no se toma con los criminales convictos y confesos de la FARC que, viven prácticamente en Miraflores, como pueden ser Iván Marques, Rodrigo Granda, Grannobles y un invitado que trata con especialísima consideración, respeto y admiración: Timoleón Jiménez, alias Timochenko.
Se trata de individuos acusados, juzgados y condenados por la justicia colombiana y la justicia internacional, y sobre los cuales pesan penas por crímenes de lesa humanidad, tales como terrorismo, secuestros, desapariciones forzosas, asesinatos, asaltos, robos a mano armada y narcotráfico.
Pero es el tipo de facinerosos delincuenciales que le encanta a Maduro, la gente con la cual, no solo se sentaría en un dialogo, sino también en una fiestecita bailable al son de la cumbia.
No es el caso de Carlos Vecchio, demócrata, civilista y venezolano a carta cabal, quien ya una vez enfrentó al madurismo en las calles de Caracas y ahora lo volvería hacer en el diálogo para que acepte el Referendo Revocatorio.