Es el método típico del socialismo para solucionar los problemas: no ponerles fin, sino racionarlos.
En los diversos, continuos y recurrentes casos parece que se hace el esfuerzo por diagnosticar y luego acometer las tareas enmendadoras, pero cuando se hace evidente que el mal es incorregible porque el modelo no le permite, entonces se prefiere el modelo a la corrección.
Se decide repartir o racionar los bienes o servicios que mantienen inercialmente y entonces comienza el calvario de las libretas de racionamiento o de la captahuellas para que cada quien tensa su pedacito.
Jesse Chacón puede ofrecerse como un paradigma en el ejemplo socialista de cómo solucionar una crisis, pues habiendo llegado hace dos años por decisión del presidente Maduro a solucionar la crisis eléctrica, pasó todo este tiempo ensayando, experimentando, dando vueltas, para llegar ayer a donde llegaría por la fuerza de los fracasos: al racionamiento.
¿Cuántos millones de dólares se perdieron comprando termoeléctricas, o en asesorías a “técnicos” cubanos o en planes imposibles para continuar Tócoma o Uribante-Caparo?
Jamás lo sabremos, pues es religión de este gobierno no informar hasta que la voz se la quitan bancos, medios o periodistas internacionales.
Lo cierto es que mañana, o pasado mañana la vida de los venezolanos tomará otro ritmo, otra lentitud, con cuatro millones de empleados públicos llegando apresurados a sus a trabajos, para atender también apresuradamente e irse a sus casa más apresurados aún.
Burocracia en el peor sentido de la palabra, ya que no solo hará con más desgano y descuido los pocos servicios que le prestan al público, sino que, igualmente, habrá redondearles mejor los piches sueldos con ayudas, coimas y comisiones.
Otro paso en definitiva hacia cubanización y el socialismo, y que no dejará de traducirse en más perjuicios y sometimiento del pueblo.
Algo de lo que a lo mejor no está consciente Jesse Chacón, pero que si acepta ejecutar porque el morbo de la ideologización es una peste peor que el ébola.