La gira internacional relámpago de Nicolás Maduro escondía una escala inesperada. Tras Irán, Arabia Saudita y otros países de Medio Oriente, los dos aviones presidenciales venezolanos aterrizaron en Roma para dirigirse al Vaticano. Allí lo esperaba el Papa, dispuesto a atornillar el inicio del diálogo nacional en Venezuela. Francisco cuenta con la información de primera mano que le hace llegar su secretario de Estado, Pietro Parolin, antiguo nuncio apostólico en Caracas.
¿Qué buscaba el «hijo de Chávez» con esta reunión sorpresa? Lo primero, la misma jugada política que su predecesor repetía con maestría: legitimarse ante los ojos del mundo después de decidir medidas controvertidas en casa. Las imágenes de la toma violenta del Parlamento dieron la vuelta al planeta y dañaron aún más una gestión muy desprestigiada, tanto como la propia revolución. El bloqueo del referéndum revocatorio, ordenado desde el Palacio de Miraflores, y el constante bombardeo en forma de sentencias contra la Asamblea Nacional desde el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) erosionaron aún más la imagen de un presidente que seguramente es uno de los que más horas se mantienen frente a las cámaras de televisión.
El jefe del Estado hace cuentas y ya sabe que en la región sólo cuenta con el apoyo férreo de Bolivia y Ecuador, pero que los gobiernos conservadores de Brasil, la Argentina, Paraguay y Perú se han convertido en sus principales enemigos; que los gobiernos de izquierda de Uruguay y Chile no ven con buenos ojos que se impida votar al pueblo, y que Colombia, maniatada durante años por las negociaciones en La Habana, mantiene ahora una posición firme dentro de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
La segunda razón que ha movido a Maduro es la defensa del mantra bolivariano de la paz y del amor. «Estamos construyendo una humanidad humana; con pequeños gestos hacemos grandes cosas para nuestros pueblos», destacó el presidente.
Y, tercer y último motivo, la necesidad de retomar la iniciativa en el diálogo lanzado por el propio Maduro con el objetivo de ganar tiempo. La realidad política y social de la Venezuela desmesurada dictará si finalmente las dos partes acuerdan el futuro electoral del país.
Los avances de las últimas horas confirman el por qué de la firmeza de la diplomacia de la Santa Sede en sus condiciones previas para unirse a los patrocinadores: la invitación de las dos partes (no como Unasur y los ex presidentes, llegados de la mano de Maduro) y la certeza de que sus consejos finales serán escuchados y atendidos.
Daniel Lozano, vía Diario La Nación.