Nunca se ha hablado tanto, y tan mal del gobierno de Maduro, como desde que tuvo la brillante idea de liquidar la televisión independiente, y después, sucesivamente, a los medios impresos y a la radio. Razzia que, de acuerdo al modelo de las viejas dictaduras, garantizaba al régimen socialista trazar la pauta de lo que se debía ver, oír y leer, y en consecuencia, ofrecer una visión del país en la que las mayorías, no solo estaban felices, sino agradecidas y militantes.
No es lo que sucede actualmente, cuando, más y más ciudadanos iracundos se lanzan a las calles y los niveles de aprobación del presidente se desploman por debajo del 20 por ciento.
¿Qué sucedió, entonces, para que el gobierno de Maduro perdiera su tiempo y sus reales, y la censura a los medios, no solo no lo favoreció, sino que ha catapultado a la oposición más allá del 80 por ciento?
Bueno que, a los “estrategas” se les olvidó el detalle de que, en el mundo que vivimos, los déficits informativos y de opinión en los países pueden ser cubiertos por los medios globales, los de la comunicación electrónica y digital, que permiten una información “veraz”, y, por si fuera poco, instantánea.
En otras palabras, que Maduro se quedó solo con sus medios censurados, concebidos solo para trasmitir noticias “positivas”, mientras las páginas web, la TV y la radio digitales, las PC, las laptops, las tabletas, los iPhone y los Smartphones difunden “en vivo” la verdad de lo que pasa en Venezuela.
Una verdad que no pasa por tamiz alguno, no es editada, ni maquillada y tiene como realizadores al hombre de la calle, a los que participan u observan los acontecimientos.
Tanto como 1000 millones de dólares, dicen los expertos, se gastó Maduro en la censura y la liquidación de la libertad de expresión, pero si los hubiera invertido en comida, medicina, servicios e infraestructura, tendría apoyo popular y medios libres.