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Ya no existe compraventa de automóviles, de inmuebles y pasajes aéreos en el país que no se realice en dólares, ya se involucren en la misma las clases alta, media y baja. Es un fenómeno que surgió de manera natural, como sigue la lluvia al canto de las chicharras y que es el resultado de la escasez con inflación que es la marca de la crisis económica de hoy.
En otras palabras: que desaparecen los productos, los pocos que se consiguen cuestan carísimo y entonces aparece “Su Majestad, el Dólar”, fluyen las transacciones, y compradores y vendedores quedan contentos, contentísimos.
Y el gobierno también, pues, de un lado, reduce la demanda sobre bienes que importa para la oferta nacional y logra una cierta repatriación de capitales, ya que los dólares de los compradores son de venezolanos que los reciben o traen del exterior.
El problema surge si, los bienes ofertados y demandados en la dolarización son de los que compra el gobierno a “dólar libre” para venderlos subsidiados, pues el enriquecimiento de los especuladores es tan vertiginoso, como cuantioso.
Desgraciadamente, es lo que está ocurriendo en las fronteras con los llamados “bachaqueros”, los cuales no son otra cosa que operadores de burócratas civiles y militares que adquieren productos subsidiados para después venderlos a precios de mercado en Colombia, Brasil y el Caribe.
Pero más allá de esta anomalía, la tendencia en el resto del territorio nacional es que el dólar sea la moneda de uso más corriente, y que no solo los automóviles, inmuebles y pasajes se coticen en dólares, sino los honorarios profesionales y los salarios.
La pregunta es: ¿Hasta dónde el gobierno de Maduro tolerará esta economía dual o paralela de un signo monetario real y otro ficticio, cuándo emitirá un decreto anunciado la muerte del bolívar y el nacimiento del dólar como moneda nacional?
Pregunta y respuesta complejas, aunque en economía importan más las realidades que los decretos.
Por Manuel Malaver / @MMalaverM