Uno de los mitos históricos más aberrantes del siglo XX es presentar a Lenin como el dictador “bueno” de la URSS, y a Stalin como el “malo”, en un intento de salvar el mandato del primero.
- Más de un millón de personas asesinadas por motivos políticos o religiosos.
- Entre 300.000 y 500.000 cosacos asesinados.
- Cientos de miles de trabajadores y campesinos asesinados por hacer huelgas.
- 240.000 muertos en la represión de la rebelión de Tambov.
- Más de 50.000 prisioneros de guerra blancos ejecutados.
- Entre 3,8 y 6 millones de muertos por hambrunas entre rusos, kazajos y tártaros.
- Una revolución comunista que abortó la democracia en Rusia
Para desmitificar a Lenin hay primero que romper otros mitos. El más básico es que cuando estalló la Revolución bolchevique el 7 de noviembre de 1917, los comunistas no derrocaron al Zar -que ya no reinaba- sino que abortaron la incipiente democracia en Rusia, aprovechando la crisis surgida entre conservadores y socialistas. Tras el asalto violento al poder por parte de los comunistas, estalló una guerra civil que duró cinco años, y en la que -ya desde el poder- se enfrentaron los bolcheviques -que resultaron vencedores- contra todos sus rivales. Era el comienzo de una sanguinaria dictadura que duraría más de 70 años, hasta la desaparición de la URSS en 1991. —Rompedor estudio sobre las checas en Madrid: hubo 345, mataron a 1.800 víctimas, el 20% clérigos—
Lenin ya había adelantado sus planes: dictadura y represión violenta
Poco antes de esa revolución comunista, en el verano de 1917 Lenin escribió un libro, “El Estado y la Revolución”, trazando cómo sería su dictadura. Entre otras consideraciones, el futuro déspota tiraba de la demagogia más burda y arremetía contra la democracia parlamentaria: —Fascismo rojo—
“Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas.”
Lenin abogaba “por la destrucción del parlamentarismo burgués” y “por una República de los Soviets de diputados obreros y soldados, por la dictadura revolucionaria del proletariado“. Esa dictadura implicaría “una serie de restricciones impuestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas” (al final las aplicaría a todo el mundo), y añadía: “es evidente que allí donde hay represión hay violencia, no hay libertad ni democracia”. En el libro, además, ya adelantaba con absoluta franqueza y antes de llegar al poder que la violencia la usaría “tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de “poner en marcha” la economía socialista.” Uno de los más estrechos colaboradores del dictador comunista, León Trotsky, escribiría años después las palabras de Lenin a quienes se mostraban reticentes al uso del terrorismo: “¿Creéis realmente que podemos salir victoriosos sin utilizar el terror más despiadado?”
En tres años Lenin multiplicó por 18 el aparato represor del zarismo
Nada más tomar el poder los comunistas, empezaron a organizar su aparato represor. Una de las primeras medidas de la dictadura bolchevique fue instaurar la Chrezvycháinaya Komíssiya (más conocida como Cheka), un cuerpo de policía política fundado el 20 de diciembre de 1917, cuando Lenin llevaba algo más de un mes ejerciendo como dictador en concepto de “Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo”. La policía secreta zarista, la temible Ojrana, había llegado a tener a unos 15.000 miembros, encargados de detener a enemigos políticos, encarcelarles, torturarles e incluso ejecutarles sin ninguna orden judicial. A finales de 1918 la Cheka ya tenía 40.000 agentes, y dos años más tarde ya eran 280.000 chekistas. En tres años los bolcheviques había multiplicado por 18 el volumen del aparato represivo del zarismo.
Los perversos métodos de tortura y asesinato de la Cheka
Si la Ojrana se había caracterizado por sus métodos brutales, la Cheka comunista superó en todos los sentidos el grado de crueldad de su predecesora zarista. Entre sus métodos de tortura y de asesinato contra disidentes políticos, clérigos ortodoxos y otras personas consideradas enemigas por los bolcheviques hay que citar salvajadas como las siguientes, documentadas por el historiador ruso Alexander Nikolaevich Yakovlev y por los Archivos Estatales de la Federación Rusa, entre otras fuentes:
- Lapidaciones, es decir, apedrear al reo hasta quitarle la vida.
- Crucifixiones, un método usado contra muchos sacerdotes y religiosos.
- Estrangulamientos.
- Arrojar a los reos a calderos de brea hirviente.
- Ahogamiento de reos en aguas heladas.
- Arrancarles el cuero cabelludo a los reos. Una práctica que se hacía, por ejemplo, en la Cheka de Járkov, en Ucrania.
- Ahorcamiento.
- Obligar a los reos a ingerir plomo fundido.
- Empalamiento.
- Matar a los reos arrojándolos a altos hornos.
- Castraciones.
- Enterrar a reos vivos, práctica perpetrada en la Cheka de Kremenchuk
- Desollamientos, es decir, arrancarle la piel a tiras a los reos. La Cheka de Járkov usaba la piel arrancada a los presos para elaborar guantes .
- Escalfar al reo, es decir, arrojarle agua hirviendo hasta matarlo.
- Decapitaciones.
- Desnudar a reos, atarles y arrojarles agua fría en pleno invierno hasta congelarles, una práctica de la Cheka de Orel, a 360 Km de Moscú.
- Matar a los reos tirándolos al mar o a un río maniatados (es lo que hacía periódicamente con sus prisioneros la Cheka de Kholmogory en el río Dvina).
- Atar a víctimas desnudas en torno a barriles rodeados de clavos, y hacerlos rodar hasta que los reos morían, una práctica de la Cheka de Voronezh.
- Atar jaulas con ratas a los cuerpos de los presos y atizar a los roedores con hierros candentes hasta que se abrían paso entre los intestinos de los reos, una práctica usada por la Cheka de Kiev y que años después incluiría George Orwell en su famosa novela “1984″.
Más de un millón de personas fueron asesinadas por motivos políticos o religiosos durante lo que se conoce como el Terror Rojo, entre 1918 y 1922, la época más dura de la dictadura de Lenin. Para que nos hagamos una idea, según el historiador británico Hugh Thomas, las víctimas de la represión franquista suman unas 100.000 personas, entre los asesinados durante la Guerra Civil y la represión de la postguerra. Es decir, que en poco más de seis años de dictadura Lenin asesinó a diez veces más gente que la dictadura franquista en casi 40 años. Sin embargo, muchos ultraizquierdistas españoles que llaman “genocida” a Franco no tienen reparos en proclamar su admiración por Lenin.
Vía Nuevo Acción
Este reportaje contiene una segunda parte: Los horrendos crímenes del primer dictador comunista: Las víctimas del leninismo (SEGUNDA PARTE)