Tan pronto se corrió la voz de que Rafael Ramírez podía ser sustituido de la presidencia de PDVSA, el ministerio de Minas y otros sus altos cargos, pues el presidente Maduro en personas salió a desmentirlo, y a proclamar que “Ramírez seguía siendo el Zar”
Rectificación o ratificación que nadie estaba pidiendo y confirmó que Ramírez, si no es el primero, es el segundo hombre en la administración.
La pregunta es ¿qué ha llevado en 10 años a catapultar a un mediocre ingeniero convirtiéndolo en uno de los hombres más poderosos de Venezuela, a uno que obliga al presidente a aclarar que su autoridad no está siendo cuestionada?
Hay quien dice que es, porque Chávez lo tenía como el verdadero sucesor; y también los que alegan que es el procónsul de los intereses de Fidel y Raúl Castro en Venezuela.
Tanto una como otra hipótesis pueden ser válidas, o quizá la dos, por ello no despeja la incógnita: ¿cómo una figura política con tan poco brillo ha acumulado tanto poder?