Para la izquierda de Estados Unidos, la derrota de Clinton fue un golpe durísimo. Un retroceso impensado, por más plausible que pudiera haber sido antes de votar.
Con el resultado de las elecciones, muchos norteamericanos aún intentan entender qué ha ocurrido, como si de repente se vieran envueltos en una realidad, para ellos, surrealista, a la que miraban con perplejidad: ese «otro país», el Estados Unidos profundo, conservador, que llevó a Trump a la Casa Blanca. El cambio de ánimo cobró vida en un par de horas y fue palpable más que en ningún otro lado en el búnker de Clinton, un enorme centro de convenciones en Manhattan, donde las ilusiones pronto se hicieron añicos, un atril quedó vacío y los cañones quedaron cargados de papeles que nunca volaron.
Luego de ocho años de franco avance de la agenda izquierdista del progresismo al mando de Barack Obama, Estados Unidos dará el próximo 20 de enero un giro a la derecha que genera alegría y escozor según a quién se le pregunte. Lo cual indica que el pueblo norteamericano, de cierta manera, también ha hecho un referendo sobre la gestión y legado del progresista presidente saliente.
Consecuencias de la elección. El partido enfrenta horas de autocrítica. Y deberá remodelarse. Posiblemente busque un liderazgo más progresista, como Bernie Sanders.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, entrega la Casa Blanca al republicano Donald Trump en 71 días y deja al Partido Demócrata sin líder y con pocas estrellas en ascenso en su veterano reparto habitual.
Además de la presidencia, los republicanos se aseguraron el martes las mayorías de las que ya disfrutaban en el Senado y la Cámara de Representantes, así como casas de gobernador y cámaras estatales en todo el país. Los demócratas fueron casi erradicados en lugares como Iowa y Kentucky.
La derrota de Hillary Clinton, una experimentada política de Washington que buscó territorio común con los republicanos, podría hacer más probable que el partido se vuelva hacia su lado más de izquierda cuando dirima futuro. Sus mejores ejemplos es el senador por Vermont Bernie Sanders, al que Clinton derrotó en unas largas primarias, y la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, una combativa favorita de la izquierda progresista.
«El Partido Demócrata tiene que remodelarse a imagen de ellos y ofrecer una crítica sistémica de la economía amañada que muestre a los votantes que llevaron a Trump a la cima que comprenden por qué están enfadados», dijo Adam Green, cofundador del Progressive Change Campaign Committee.
Los demócratas deben tomar una «decisión consciente de separarse de los villanos corporativos que en gran parte financian sus campañas», afirmó.
La guerra abierta de Trump contra la cúpula del partido en el último año y medio oscureció la extensión de su crisis demócrata, que sólo ahora empieza a enfrentarse.
«Esto es doloroso y durará mucho tiempo», dijo el miércoles Clinton en el discurso en el que aceptó su derrota en Nueva York. La candidata imploró a los que quieran luchar por los valores demócratas, y en concreto a los jóvenes, que participen cada día y no sólo cada cuatro años.
El senador de Hawaii Brian Schatz pidió una deliberación cuidadosa cuando comience la reflexión interna del partido. «La prisa por recalibrar» la estrategia y el mensaje del partido le preocupa, dijo.
«Los demócratas deben tomarse, no una eternidad sino semanas y meses para diagnosticar qué acaba de ocurrirnos y por qué», dijo el senador Schatz.
Los líderes del partido ya están en contacto entre sí y con estrategas, añadió, pero sólo eso no proporcionará respuestas. «Obviamente, hablar sólo entre nosotros no funcionó. Debemos abrir la mente y expandir nuestras agendas más allá de la gente que vive y se mueve en la política de Washington. Eso es lo que nos trajo aquí».
Pero la perspectiva podría empeorar para los demócratas antes de mejorar.
En dos años tendrán que defender unas dos docenas de escaños en el Senado, incluidos al menos cinco en estados profundamente republicanos. Esa votación podría entregar al líder de la mayoría en la cámara alta, Mitch McConnell, una mayoría a prueba de filibusterismo que allanaría más el terreno para una política conservadora.
«Debemos preguntarnos qué anda mal en nuestro partido», dijo el alcalde de Boston, Marty Walsh, alegando que se trata al menos en parte de un fracaso a la hora de conectar con la gente de clase trabajadora que está sufriendo.
Con información de el Clarín y la Nación