Morir en Venezuela puede ser un calvario para los familiares del muerto, sobre todo si el óbito es repentino –a causa de la violencia– y tienen que recaudar dinero a toda velocidad para el velatorio y el féretro.
El país sudamericano es uno de los más violentos de la región –si no el que más–, con una tasa de 90 asesinatos por cada 100.000 habitantes y la cifra histórica de 28.875 homicidios en 2015, según la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV). Si se une que más del 50% de una población de 30 millones de habitantes son pobres, asfixiados por la escasez y la inflación más alta del mundo, no extraña que un emprendedor de Barquisimeto haya diseñado un ataúd de cartón, a la vez económico y ecológico.
Elio Angulo está a punto de lanzar a la venta, junto a otro socio, la urna elaborada con un 70% de material reciclable, llamado «biocofre», según informó hace poco France Presse.
En Venezuela «morirse es más caro que estar vivo»: un servicio funerario costaba unos 4.500 bolívares (6 euros) y ahora el más barato sale por unos 280.000 bolívares (380 euros). En un país con un salario base de unos 44 euros, se entiende que los dolientes prefieran la incineración a la sepultura, un velatorio breve o el «servicio directo» al crematorio.
Diario ABC.