A menos comida, más militares. Con esta fórmula de matemática castrense, Nicolás Maduro intenta evitar una crisis estructural que revela el desastre económico por el que naufraga el chavismo, así como la inseguridad de un presidente que parece decidido a sobrevivir en el cargo a cualquier precio.
Maduro ya había advertido de la necesidad de «un poder militar cada vez más grande» para librar una «guerra no convencional» en Venezuela . Es decir, en el vocabulario chavista, una guerra contra los «especuladores» que acaparan los bienes de primera necesidad. La intención de esos hombres de negocios, desde luego, no sería otra que hambrear al pueblo y someterlo a los caprichos de extranjeros imperialistas.
¿Pero quiénes son estos uniformados de boina y charretera a los que alude Maduro para librar su guerra contra los acaparadores de saco y corbata? ¿Son un peligro para la democracia o una institución que respeta la Constitución y las leyes? Para empezar, Chávez era militar, y en esa condición intentó un clásico golpe latinoamericano, el 4 de febrero de 1992, un asalto al poder que los chavistas celebran como una fecha patria.
Desde la llegada al gobierno de Chávez, en 1999, esta vez por elecciones, el estamento armado ganó, gracias a su compañero de armas, una amplia participación política y económica en el país. Una creciente participación que no pasa inadvertida a los ojos de la sociedad.
La Iglesia denunció ayer un aumento amenazante del poder militar y lo atribuyó a un «proyecto totalitario» del gobierno. «El acrecentamiento del poder militar es una amenaza a la tranquilidad y la paz», señalaron los obispos.
El analista político Carlos Romero dijo a LA NACION que observa «una militarización del gobierno» en la medida en que ha confiado a las fuerzas armadas atribuciones que corresponden a la sociedad civil. Y advirtió que el concepto de una unión cívico-militar en Venezuela «está en desarrollo», por la actitud de Maduro de dar cada vez más cabida a las fuerzas armadas, uno de los tres respaldos que le quedan junto con la petrolera Pdvsa y el régimen cubano.
Con los privilegios que absorbieron en 17 años de revolución, que en lo personal resultó exitosa, los militares y sus aliados en el gobierno no se ponen de acuerdo sobre qué hacer con Maduro. Y aunque se sabe de fisuras y de internas, las mayores críticas vinieron de ex generales que lo acusan de arruinar el legado del fundador de la patria socialista.
Si en algo están de acuerdo, es que la oposición debe quedarse todo lo posible lejos del poder.
Ramiro Pellet Lastra.