Mientras el gobierno y el PSUV enfrentan su propia crisis (que es la del país), la oposición democrática se divide en dos bloques que, de manera muy general, podrían definirse como, entre los que auspician la lucha de calle y quienes la adversan.
Dicotomía que podría tomar otra forma: los que propician la salida electoral y quienes la rechazan.
Todo lo cual, no puede sino situarnos en la perspectiva de que, sentados una y otra “oposición” a dirimir sus diferencias, podrían llegar a acuerdos totales, o intermedios, por los que, “los electoralistas” acepten la lucha de calle si no llama a la abstención; y “los participacionistas” promuevan las elecciones si no conlleva la desmovilización popular.
Pero planteados “los distanciamientos” de una manera lógica y hasta simple, ¿qué impide que la gente de MUD y de “La Salida” estén ya discutiendo y abordando las bases de un acuerdo unitario que toda la oposición clama a gritos?
La pregunta de las 64 mil lochas, si bien una respuesta de ley y muy venezolana es que los resentimientos personales que corroen a unos y otros dirigentes, obstaculizan que la unidad opositora sea una realidad.