Ernesto Samper nació en Bogotá el 3 de agosto de 1950 y es abogado de la Universidad Javeriana. Miembro, desde su juventud, del Partido Liberal, trabajó desde muy joven como presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), gracias a sus capacidades y a las conexiones propias de su pertenencia a la elite bogotana.
Samper se enfrentó a Andrés Pastrana, candidato de la Nueva Fuerza Democrática en la elecciones presidenciales de Colombia en 1994. Samper le ganó a Pastrana en la primera vuelta pero por muy pocos votos. Una semana después de realizada la segunda vuelta electoral, su rival Andrés Pastrana, reveló grabaciones que inculpaban a la campaña de Samper de recibir dineros del Cartel de Cali.
Y desde entonces, una investigación que hizo historia en Colombia (el Proceso 8000), descubrió nexos profundos entre Samper y el “Cartel de Medellín”, pero no solamente por el financiamiento de la campaña electoral, sino para aportar los fondos para que el abogado y economista fundara un partido disidente con el cual desbancar al Partido Liberal.
El ahora presidente de la Unasur, y expresidente de Colombia, no tiene visa para viajar a los Estados Unidos y la razón es muy sencilla: el 12 de septiembre de 1995 (un año después que el liberal había iniciado su mandato), una investigación del Senado colombiano concluyó que Samper había financiado su campaña con dineros del narcotráfico.
Por eso el 11 de julio de 1996, Nicholas Burns, funcionario del gobierno de Bill Clinton, y portavoz del Departamento de Estado declaraba: “Mi gobierno retira la visa de ingreso a los Estados Unidos al presidente colombiano, Ernesto Samper. Nuestro mensaje es claro y simple: las personas que conscientemente ayuden a los narcotraficantes, no son bienvenidas a los Estados Unidos”.
De todas maneras. Samper terminó su mandato, pero con una calificación muy precisa que lo convirtió en un paria de la política colombiana e internacional: el presidente colombiano que prácticamente salió de las filas de los carteles: el de Medellín que lideraba, Pablo Escobar y el de Cali.
Después de retirarse del gobierno, tras apoyar infructuosamente a Horacio Serpa a la presidencia en 1998, Samper bajó su perfil. Vivió en España hasta el año 2000, y en ese año regresó al país. Desde entonces ha mantenido un actividad política poco notoria pero que le ha asegurado una influencia permanente en la política.
De este limbo vinieron a sacarlos el 22 de julio del 2014 los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y el de Colombia, Juan Manuel Santos, los dos por razones diferentes pero complementarias: Maduro quería en la Unasur un presidente que lo protegiera de las acusaciones por violaciones de los Derechos Humanos que le llovían de todos los continentes; y Santos, necesitaba a alguien que no interfiera en el llamado “Proceso de Paz” con el cual intenta desmovilizar a las FARC, mientras “los perdona” de todos los crímenes cometidos en el pasado y el presente y les entrega media Colombia.
Y es este el triste y devaluado personaje que hoy promueve el dialogo entre el régimen y la oposición y voltea la cara ante los crímenes que las FARC y el ELN, con la complicidad de Santos, siguen cometiendo en Colombia.
Katiuska Manrique