Manuel Malaver
Maduro lo engendró, lo acunó, le dio su apellido, y después, cuando no alcanzaba un mes de vida, lo mandó al otro mundo. Pero no puede negarse que le aportó enormes beneficios, como pudieron ser quitarse de encima la enorme presión que, desde la calle se dirigía, vía Revocatorio, a sacarlo de Miraflores, y, lo más importante, crear fisuras en la oposición que, ahora tendrá que restañar heridas y tratar de construir el camino que la reencuentre con el pueblo.
Pero eso sí, si aprende la lección que le acaba de dar Maduro: para el totalitarismo el diálogo, como la democracia, es meramente instrumental y percibe fines diametralmente opuestos a los que se proponen los demócratas.
Quiere decir que, mientras para estos últimos, dialogar supone un interés general en torno a la crisis de un país para, buscar consensos sobre aspectos particulares de la misma; para los totalitarios, el único interés general es sobre su permanencia en el poder, en tanto que, lo particular puede solucionarse o no.
Sin embargo, para Maduro, ni siquiera había aspectos particulares que discutir o solucionar, pues el sistema seguiría funcionan con o sin consensos sobre los mismos.
En otras palabras que, para Maduro y sus compinches, la única crisis que hay que solucionar es la “de su gobierno” y si el diálogo se presta para quitarse la presión de calle y ganar tiempo, pues bienvenido sea.
Pensamos que esto es lo que ha pasado en los días que llevamos del mes de noviembre: Maduro alivió la crisis que amenazaba arrollar al status quo si continuaban las luchas de calle para imponer el Revocatorio, y acto seguido, se prepara frente a un 2017, para el cual, no solamente le han dado oxígeno por respiración boca a boca, sino que le regalan un aire de triunfador que ahora resultará difícil revertirle.
Es el momento de mostrar la verdadera fibra de nuestros lideres. Es la hora de los grandes. De asumir, de una vez por todas , la responsabilidad ética que tienen con todos los venezolanos que claman un cambio, con convicción, coherencia, inteligencia y sobretodo, mucha suspicacia.