El Banco Central de Venezuela (BCV) está negociando con el banco de inversión alemán Deutsche Bank operaciones de canje de su oro monetario, en busca de elevar la liquidez del país petrolero a tiempo para cumplir con pesados compromisos externos este año, dijeron a Reuters dos fuentes familiarizadas con la discusión.
Venezuela está echando manos de sus activos en oro -que representan un 64%de sus reservas- para intentar contrarrestar la caída del 70% de sus ingresos en divisas por venta de crudo, en un año en que debe cancelar unos 9.500 millones de dólares en servicios de deuda externa.
“Están buscando dinero en todos lados”, dijo una de las fuentes, que pidió el anonimato por no estar autorizada para hablar de la operación.
Las reservas internacionales del país, de 15.379 millones de dólares, están en mínimos de 12 años. Y según analistas, sólo unos 2.400 millones de dólares están disponibles en efectivo.
El Banco Central venezolano y el Deutsche Bank habrían firmado en diciembre un acuerdo marco ISDA (de la Asociación Internacional de Swaps y Derivados) para concretar este año el intercambio, que le permitiría al BCV recibir efectivo a cambio del compromiso de que la transacción será revertida en una fecha y a un precio predeterminado, detalló otra fuente.
Ni el BCV ni el Deutsche Bank contestaron las solicitudes de información de Reuters.
La economía de Venezuela está en recesión, sufre de escasez de bienes esenciales y de una altísima inflación que hasta le está dificultando pagar sueldos de empleados públicos. Según la firma local Ecoanalítica, el país dejará de percibir unos 27.000 millones de dólares en ingresos este año si el barril de crudo, su principal exportación, sigue rondando los 30 dólares.
“Estamos pasando momentos difíciles”, dijo el jueves el presidente Nicolás Maduro en un acto ante seguidores. “Quiero decirles, confesarles, que para pagar sueldos, salarios y pensiones este año, estoy haciendo de tripas corazón”.
El menguante margen de maniobra del país llevó a los tenedores de bonos venezolanos a creer que existe un 78% de probabilidad de que la nación petrolera incumpla sus pagos este año, según datos de Thomson Reuters.
Tan pronto como en febrero, el país debe cancelar unos 2.000 millones de dólares por vencimiento e intereses.
Oro al exterior
El BCV comenzó a utilizar sus reservas de oro para hacer derivados en 2014. Cuando conforme se fueron reduciendo sus ahorros en efectivo acudió al Banco de Pagos Internacionales (BPI) en Basilea, explicaron las fuentes a Reuters.
Con esta institución se habrían pactado operaciones que establecían opciones de recompra muy cortas, de una semana, y otras más largas, de hasta un año. Una de las fuentes precisó que bajo este esquema se hicieron al menos siete canjes de oro.
Pero desde finales del 2015, el BCV no logró acordar nuevas operaciones con el BPI, según una de las fuentes, porque la institución de Basilea tenía preocupaciones de que la autoridad monetaria venezolana no pudiera cumplir con los términos.
El BPI declinó dar información sobre esas operaciones a Reuters.
En 2015 el Banco Central venezolano también hizo al menos dos intercambios de oro con el banco Citibank con opción de recomprar en un futuro esos lingotes.
A noviembre, el valor de las reservas del oro monetario de Venezuela era de unos 10.900 millones de dólares, según los últimos datos del emisor, que reflejan una caída de 3.500 millones de dólares en el año por la baja de un 10% del precio del metal y los canjes, consideraron analistas.
En una operación con alto impacto mediático, por orden del fallecido presidente socialista Hugo Chávez, Venezuela repatrió en el 2011 el 90%, unos 17.000 lingotes, del oro que resguardaba en el exterior.
Cuando los lingotes volvieron a Venezuela perdieron su calificación “Good Delivery”, un proceso que avala la pureza del oro, y es indispensable para usarlo en operaciones financieras.
Previendo que necesitaría tener más lingotes en bancos extranjeros para hacer operaciones de “swap”, el BCV comenzó a volver a enviar hace tres años oro al extranjero, a fin de “recertificarlo”, dijeron las fuentes conocedoras del proceso, sin dar detalles de los volúmenes que han salido del país.
El ente emisor tiene previsto continuar los envíos de oro este año para facilitar el canje del oro, apuntaron los entrevistados.
Banco en problemas
Hay que reconocérselo: el presidente ejecutivo de Deutsche Bank, John Cryan, hace todo lo que puede. Mientras su predecesor, el autosuficiente Josef Ackerman, veneraba la institución financiera como si esta fuera una especie de Santo Grial, Cryan representa el papel de humilde trabajador. No tiene inconveniente en dar a conocer lo que a otros les resultaría vergonzoso admitir, como el hecho de que ni el propio Cryan ni otros directivos cobrarán primas de beneficios correspondientes al pasado año. Cryan se muestra optimista y luchador. Y, al mismo tiempo, dispuesto a hacer los cambios necesarios. Porque no hay otra opción para el Deutsche Bank.
Para comprender el desastre al que se ha llegado, solo hacen falta unas cuantas cifras. Son muy pocas: 24 mil millones, 17 mil millones y 16 mil millones de dólares. Esos son los beneficios anuales de los bancos estadounidenses JP Morgan, Citigroup y Bank of America. Esa es la liga en la que el Deutsche Bank querría jugar. Pero, en el mismo contexto pésimo de mercado que aquellos bancos, ha tenido pérdidas de siete mil millones de euros.
Son tiempos amargos. No es para menos: casi siete mil millones de euros en pérdidas, una catástrofe. El Deutsche Bank necesita dinero con urgencia para poder emprender reformas gigantescas.
También los demás han tenido que pagar severas multas, han sufrido las estrictas condiciones de los reguladores y han tenido que ganarse de nuevo la confianza. Pero los inversores huyen en tropel del Deutsche Bank. Desde que John Cryan tomara posesión del cargo el pasado verano, el ya bajo precio de las acciones ha caído prácticamente a la mitad. Para colmo de males, la primera agencia de calificación crediticia ha dado su veredicto: rebaja de la calificación con perspectivas negativas.
Si tomamos en cuenta su valor en el mercado, el banco insignia de Alemania no se encuentra ni entre las primeras 50 instituciones financieras del mundo. Si consideramos los 20 mil millones de euros de capitalización bursátil, el Deutsche Bank es prácticamente un candidato a ser adquirido. Pero en las torres gemelas de Fráncfort, sede de la institución, no deben preocuparse por esto: ¿quién va a querer comprar un barco que no endereza su rumbo, que anda buscando un modelo de negocio, un sentido a su existencia? ¿Desea seguir siendo un banco universal? ¿O tal vez sería mejor que se diversificara? ¿Cómo se quiere abordar el reto de la digitalización del sector? Hasta ahora, la nueva dirección no ha dado respuesta a estas cuestiones. En cambio, se escucha a la directiva hablar con optimismo, diciendo aquello de la “luz al final del túnel”. Esa luz podría ser también la de una locomotora que avanza inexorable para arrollar a la institución.
No hay salida, ¡aprovechémoslo! Son tiempos amargos. No es para menos: casi siete mil millones de euros en pérdidas, una catástrofe. El Deutsche Bank necesita dinero con urgencia para poder emprender reformas gigantescas.
Y nadie puede responder a la pregunta de cuánto dinero pueden costar los litigios pendientes. Lo más grave que podría ocurrir sería la pérdida de la licencia bancaria en Estados Unidos. ¿Improbable? Gracias al caso Volkswagen, últimamente los estadounidenses no miran con buenos ojos a los alemanes.
Es cierto que se vislumbran algunos destellos positivos. Es posible que este año vuelva a haber beneficios. Pero ninguno de los miembros de la Junta Directiva apostaría su propia casa a ello. Y eso que, para Alemania, sería importante que el Deutsche Bank volviera a jugar un papel global. ¿Qué implicaría que un exitoso país exportador como Alemania no pudiera presumir de un gran y exitoso banco internacional? Se pueden decir muchas cosas negativas de Deutsche Bank, pero, por otro lado, hay esperanzas de que vuelva a ponerse en pie. Lo que ahora le falta al Deutsche Bank es tiempo y confianza. Los mercados son implacables. John Cryan y su equipo, en realidad, no tienen opción alguna. Pero, como ocurre en el deporte, precisamente en ese hecho podría residir la solución.