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Son pocos los analistas y comunicadores que dudan en Brasil de que el imperio populista de Lula y el PT llegará a su fin tan pronto se anuncien los resultados de la segunda vuelta electoral a realizarse el próximo 26 de octubre. Y es que, con Aécio Neves (del MSDB), ganándole por tres puntos a Dilma Rousseff (del PT), solo habría que esperar que se concreten la mitad de los 21 puntos que le sumó al primero el apoyo de la socialista Marina Silva, para que el regreso al poder del partido de Fernando Henrique Cardozo sea un hecho.
A este respecto habría que despejar algunas dudas, la primera de las cuales es, si los votos de la Silva son endosables a un candidato de la centro derecha como Neves, y no se cambiarían para una populista de izquierda como Rousseff.
Sin embargo, la sorpresa de la primera vuelta fue la caída repentina del apoyo popular que durante 12 años favoreció a los candidatos del PT (Lula y Rousseff), llegando esta última en las primeras semanas a ser alcanzada por Marina, y en las últimas, a darle tal impulso a Neves que se colocó en el segundo lugar con 34 puntos.
Diferencia que no tendría por qué asustar a nadie si anotamos que Dilma ganó con 41, sino fuera porque la tercera en la tripleta, Marina Silva, se alzó con 21.
En otras palabras: que la campaña de Dilma que se centró en ignorar a Neves, mientras le cargaba todas las baterías a Silva, no fue capaz ni de bajar lo suficiente a la tercera, ni de detener el ascenso del segundo, y ahora se encuentra con que el pacto entre los socialdemócratas y los socialistas le pone fin, en teoría, el proyecto dinástico del PT.
Un milagro de la política cuando se juega con tino y honradez, y no con las trapacerías que tanto hicieron deslucir a Lula y a Dilma. @MMalaverM