Pienso que en política, como en algunas religiones, existen pecados veniales y pecados mortales, siendo los primeros, los que no descalifican a los pecadores para continuar en el ejercicio de su fe, ni de sus funciones, en cambio que los segundos, si les imponen un cese en su pertenencia a la comunidad de los fieles y, por ende, de la militancia o responsabilidad que desempeñaron.
Mutatis mutandi, creo que esta es la situación a que se enfrenta la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, la cual, después de una carrera de éxitos y fracasos sonadísimos, llegó la hora, como se dice en el béisbol, de entregar la pelota a un nuevo lanzador, y, subsecuentemente, irse a la duchas.
La causa es el error mortal de suspender la estrategia política que, en orden a la situación vivida después que el régimen taladró el Revocatorio, se veía como la única posible para rodear y poner al borde colapso a la dictadura antes de fin de año. Y todo por las promesas contenidas en un Acuerdo que, cualquiera que hubiera calado en el catadura del “otro firmante”, más por las circunstancias en que se firmó, no costaba suponer que sería violado.
La MUD, al contrario, le entregó su legitimidad, y el ascenso del movimiento opositor, a un gobierno al que días antes, había acusado de romper el “hilo constitucional” y Maduro, desde luego, no hizo más que ratificárselo.
El resultado no puede ser otro que, una vez desencadenado el reflujo que en la actualidad sufre el movimiento opositor, se tiene que llevar a la MUD, seguro que no al infierno donde van a parar los pecadores mortales, pero si al purgatorio, donde se les da la oportunidad de arrepentirse y regresar, pero no a ocupar los cargos que antes ocuparon.
Lo cual no nos conduce, sino al imperativo de plantearnos un nuevo tipo de oposición, caracterizado porque la ética de la responsabilidad, sustituya a la ética absoluta, de modo que, sean los intereses de las mayorías y del país, los que prevalezcan sobre el interés de los partidos y de sus líderes, que muchas veces se sienten inclinados a no tomar decisiones y políticas que, desde sus mezquinos puntos de vista, los perjudiquen.
Muchos de esos conceptos, subyacentes en la política opositora a través de los años, se mostraron evidentes tras los acontecimientos que condujeron al diálogo y al acuerdo con el régimen de Maduro que, tanto daño le están haciendo al interés general y, a la propia oposición que pareciera no estar a la altura del rol histórico que le toca protagonizar.
Toca, entonces, a la MUD decidir si está en condiciones de sintonizar, honestamente, con el clamor de la inmensa mayoría del país que, percibe que sus dirigentes no están a tono con los tiempos y asumir, de una vez por todas, su responsabilidad ética con los ciudadanos. Si no morirá políticamente.