Como una continuidad de las catastróficas derrotas que le aplicó Uribe a las FARC durante su mandato presidencial, puede interpretarse la victoria del “NO” en el plebiscito de ayer, pues fue liderado por el expresidente, contó con una participación decisiva de su partido el “Centro Democrático” y se inspiró en la propuesta que, para la mayoría de los colombianos, logra la única paz posible.
Una en la cual quede claro que, “el Acuerdo de Paz” es una consecuencia de la victoria de la paz contra la guerra, la democracia contra la dictadura, y la sociedad abierta y competitiva contra el socialismo y el totalitarismo.
En el “Acuerdo de Paz” de Santos y Timochenko, por el contrario, se establecía o sugería que las FARC firmaba la paz como “triunfador” y la sociedad, el estado y la democracia no hacían sino reconocer una situación de facto a la cual le ponía fin a toda costa.
El resultado no era, entonces, una negociación, sino una rendición, por la cual, el pueblo colombiano se comprometía a pagar unas compensaciones altísimas que, incluían, traspaso de dinero líquido y concesiones políticas a los derrotados guerrilleros que pasaban a constituirse en el “otro poder” en Colombia.
Pero lo peor fue -como lo subrayó Álvaro Uribe durante la campaña-que “el Acuerdo” convertía en letra muerta a la Constitución colombiana que, incluso, permitía una justicia ad hoc, la “Justicia Transicional”, para garantizarle impunidad a Timochenko y compinches.
Por eso, era imposible que “el Acuerdo” contará con el respaldo de los colombianos que, si bien fue estrecho, si devolvió las negociaciones al punto donde debieron empezar: una admisión de las FARC de su derrota, y por tanto, su sometimiento a las consecuencias de haber violado las leyes durante 50 años y las penas que derivan de tan monstruoso delito.