Esto no es una abstracción inexistente e inalcanzable, la vienen construyendo día a día en la práctica con cada uno de sus movimientos, mediante el desplazamiento del viejo modelo y de las elites que dominaron el escenario político y económico del país, sin prisa pero sin pausa, porque los objetivos estratégicos a largo plazo, se vienen concretando mediante una suerte de cortoplacismo táctico.
La transición socialista del siglo XXI se fundamenta en un pensamiento estratégico, donde todos los pasos que deben darse en el desarrollo socio económico, se toman para encaminar el estado futuro de la sociedad en dirección hacia un modo comunista de producción y de vida, donde el Estado subordina al ciudadano para poder avanzar hacia el quiebre final del modelo «capitalista burgués» -la “ruptura histórica”- siguiendo las directrices del Proyecto Nacional Simón Bolívar (PNSB) 1999-2020, y sembrando así las bases de un nuevo modo de producción, nuevas formas de propiedad, bajo los principios de una planificación central, donde el Estado tiene el control del capital y de la distribución de los bienes y servicios, usando como sus aliados a cuadros revolucionarios, bajo la figura de «pueblo organizado» en representación del «poder popular», que en realidad son el brazo táctico del Estado para ejecutar el control del nuevo orden, y el nuevo metabolismo social, como ya lo podemos observar en las estructuras de los “Comités Locales de Abastecimiento Popular” (CLAP).
Los CLAP no son una medida improvisada, obedecen a la construcción del nuevo modelo socioeconómico de la «Agenda Alternativa Bolivariana», autodenominado como «humanista y autogestionario», cuyas bases productivas fueron diseñadas hasta formar un modelo pentasectorial, con su propio régimen de propiedad y gestión, que persigue que «todos vivan en similares condiciones» bajo el precepto de «La Suprema Felicidad Social», es decir, un modelo social y productivo comunista, donde todos vivirán en iguales condiciones de miseria y esclavitud, para ello, se deben ir sustituyendo las viejas relaciones de producción del sistema capitalista, lo cual pasa por su lenta pero segura destrucción, para ir injertando el nuevo modelo fundamentado en la propiedad social comunitaria, a través de las «Misiones Socialistas».
El cambio del sistema económico en transición al socialismo pasa por el proceso de estatificación de sectores estratégicos, los cuales incluyen las redes de distribución, medios de producción, comercio exterior e interior, industria, transporte, educación, salud y la banca, siendo esta última indispensable para la consolidación de las relaciones de producción socialista. De esta forma la revolución consolidará no solo el poder económico, sino el poder político y el control social del país, para lo cual resulta indispensable la destrucción del mercado y de la democracia, siguiendo lo planificado en el PNSB, el cual se desarrolla conforme a las relaciones de distribución y producción que surgieron de las revoluciones comunistas del siglo XX.
Es por eso que desde el año 2000, comenzamos a ver la inseminación de lo que será el Estado Comunal – «Estado de Misiones Socialistas» y la nueva forma de distribuir el poder político, económico, social y militar con el plan cívico-militar (recordemos que los modelos comunistas son militaristas) denominado «Plan Bolívar 2000», y el inicio del «Plan Alterno Simón Rodríguez», política socialista educativa que se puso en marcha con el Proyecto Educativo de las Escuelas Bolivarianas.
Bajo la fachada propagandística de querer resolver los problemas sociales, lo que se construye es el paradigma económico Chavista-Castrista, que recurre a la trasnochada visión comunista de miseria y esclavitud, mediante el control absoluto de los sectores estratégicos para la revolución, a fin de quedarse, no solo con todo el poder político (y militar), sino el económico y social, donde el capitalismo de estado y mercantilista será «pa los panas«, es decir para boliburguesía cómplice y para la inversión extranjera en las zonas económicas especiales, con suministro de mano de obra «barata» para los países aliados (Estado Mafioso, el Estado como negocio o corporación para beneficio de una mafia y sus poderes conexos).
Para dar este paso la revolución va ejecutar «El Sacudón” contra el viejo modelo «adeco-burgués» y “El Revolcón» contra el mercado (y la “guerra económica”), y así establecer una nueva “geometría del poder”, y crear una nueva división político-territorial de la nación, una nueva forma de distribuir el poder político, económico, social y militar, teniendo como eje al Poder Comunal.
Es por ello que observamos, cómo se viene construyendo paulatinamente un sistema de comunas en «autogobierno», donde las mismas van tomando un rol fundamental en la transformación funcional, geográfica, política, económica y social, lo cual implica la disolución del viejo Estado «Adeco Burgués», cuyo primer paso será disolver la Asamblea Nacional.
Este nuevo modelo de Estado – Poder Comunal, se va a traducir en una división del territorio desde una nueva perspectiva estratégica, en ejes, regiones y corredores de desarrollo, como instancias de gestión geopolítica, y en la desagregación del poder del Estado, bajo la figura de nuevas instituciones que terminarán sustituyendo a las Gobernaciones de estado y Alcaldías, por Comunas y Consejos Comunales, como instancias de gestión de políticas públicas (el Poder Comunal) siendo los Consejos Comunales, el núcleo y base, y las Comunas, el medio de «socialización» de la función pública bajo la figura del autogobierno.
De esta forma ladrillo a ladrillo, se viene construyendo una mega estructura comunista bajo la figura (excusa) del Poder Popular, con el fin único de avanzar rumbo al Estado Comunal – «Estado de Misiones Socialista». Desplazando el derecho a la propiedad privada por la propiedad social (colectivización), modificando todas las relaciones sociales de producción y distribución, el mercado interno y la geometría del poder público.
El principio organizativo de la futura sociedad comunista, reposará en el estado comunal y las misiones socialistas, las cuales están concebidas para transformar las condiciones de vida, la realidad concreta y, en consecuencia, las relaciones de poder a nivel social, cultural, religioso y económico, hasta controlar todos los aspectos de la vida de individuos y poblaciones, lo que supone la anulación de las libertades políticas y sociales, individuales y colectivas, características de un estado de república y democracia. En esto realmente consiste la construcción de esa “Suprema Felicidad Social», que sólo es otro invento más de un gobierno del mal, para la destrucción y muerte de la economía, la sociedad y la libertad.