Con casi cinco meses internados en el Hospital JM de los Ríos, Daniela Pérez, de 19 años, espera que su hijo de cuatro meses de nacido reciba una cirugía para implantarle una válvula de drenaje cerebral, pero por el momento no hay cupo en los quirófanos del hospital, que según le dijeron a Daniela, están contaminados con aguas negras, y no funcionarán hasta nuevo aviso. “El niño me convulsiona cada vez que él quiere, y a veces no hay ni Epamín ni Diazepan, osea, se le tiene que pasar la convulsión sola”, relata Daniela. “Yo no quisiera ver a mi bebé así, hasta que se le pase. Quiero que haya el medicamento para que se le pase. Queremos medicamentos, queremos no tener que buscar donde no hay para hacer una tomografía, habiendo en el hospital un tomógrafo que no sirve. Queremos reactivos para todos los exámenes que uno tenga que hacer. En el hospital ni siquiera se puede hacer un examen de orina. Solamente hematología y cultivo. Más nada. Muchas mamás aquí lloran, se desesperan por no tener para hacer un examen que es para el bien de sus hijos”.
Desde su última operación en el JM de los Ríos el pasado 10 de febrero, la hija de Jarihana Pérez ha tenido ocho convulsiones y los médicos no saben explicar la razón. “Ella antes se sentaba, me decía ‘mamá’, pero después de esa operación me decayó demasiado”, cuenta Jarihana. Su hija ha bajado dos kilos desde la cirugía, y hubo que colocarle una sonda para alimentarla, porque no estaba comiendo lo suficiente. Además sufre de una neumonía bastante fuerte y está recibiendo tratamiento con antibióticos que Jarihana tuvo que conseguir por su cuenta porque el hospital no los tenía. “Me han dicho que hay que hacerle una tomografía y un Rayos X, todo por fuera del hospital. Aquí no hay Rayos X, no hay tomógrafo. Tengo que resolver yo la plata para buscar hacérselo por fuera. He estado con ella en cada momento y seguiré luchando con ella hasta el final. Para siempre”.
La bebé de Jarihana Pérez tiene 10 meses de edad. Nació con espina bífida e hidrocefalia congénita, y desde su nacimiento ya ha recibido 11 cirugías en la cabeza y una en la espalda. La niña necesita una tomografía y un examen de Rayos X que debe hacerse fuera del hospital, pero por la poca disponibilidad de ambulancias no ha podido hacerse el traslado a otro centro de salud para realizar los exámenes. “Tengo 3 días esperando que la ambulancia me lleve a hacerle un Rayos X a la niña, pero no han querido. No han querido que porque las marchas, que por esto y aquello, han puesto los mil y un peros”, dice Jarihana.
Rudy Pinzón, proveniente de El Vigía, Estado Táchira, alimenta a su bebé de 5 meses diagnosticado con hidrocefalia. Ambos permanecen recluidos en el Servicio de Neurocirugía del Hospital JM de los Ríos, a la espera de un cupo quirúrgico para operar al niño. Debido a las fallas en los quirófanos y un presunto bote de aguas negras que recientemente ha sido denunciado por las madres del hospital, Rudy no sabe cuánto tiempo más tardará la operación de su hijo.
El hijo de Yusneyla Cepeda, de 37 años, fue diagnosticado con hidrocefalia congénita y y mielomeningocele. Duerme en su cama en el Servicio de Neurocirugía del Hospital JM de los Ríos, en Caracas.
El Servicio de Neurocirugía, en el quinto piso del Hospital JM de los Ríos, fue mudado de su ubicación original hace varios años, debido a un bote de aguas negras en uno de los baños aledaños, que representaba un alto riesgo de contagio e infecciones para los pacientes. Pasó a ocupar el espacio de lo que antes era el área de Cirugía Cardiovascular, que cerró porque ya no se estaban haciendo cirugías de ese tipo en el hospital. El Servicio de Neurocirugía funcionó desde entonces en este espacio, hasta que recientemente, una tubería de aguas negras en una de las habitaciones comenzó a filtrar hasta que colapsó en un bote importante. A raíz de esto, el Servicio de Neurocirugía fue mudado nuevamente a su espacio original, donde el bote de aguas negras del baño aledaño todavía no ha sido reparado. Aunque las habitaciones del área no están directamente afectadas, los pacientes, muchos de los cuales tienen heridas abiertas en la cabeza, enfrentan un alto riesgo de contaminación por bacterias provenientes del bote de aguas negras cercano, que además ha afectado también otras áreas del hospital, como los quirófanos del séptimo piso, el área de cirugía general en el sexto piso, y el servicio de Terapia Neonatal.
De los siete servicios de atención que existían inicialmente en el Hospital JM de los Ríos, solo cuatro siguen funcionando y están dispersos por todo el hospital, en áreas que no reúnen las condiciones mínimas para brindar una atención de calidad a los pacientes. Los otros tres tuvieron que cerrar por problemas de infraestructura, filtraciones, o botes de aguas negras. Es el caso del área de Medicina 7, una zona de hospitalización ubicada en la torre central del hospital, que permanece clausurada debido a un bote de aguas negras que hasta el día de hoy no se ha reparado.
El área de Medicina 7 se ha convertido en un cementerio de camas y mueble inservibles. A lo largo de los pasillos de esta ala del cuarto piso del hospital, lo que antes eran habitaciones de hospitalización, ahora son depósitos de camillas, escritorios apilados, muebles rotos y basura. Todos los pisos de la torre central del hospital están afectados por la filtración de aguas negras y permanecen total o parcialmente abandonados.
Botes de agua y filtraciones son algo común en los pasillos de muchos hospitales públicos del país. En el Hospital José Gregorio Hernández, comúnmente conocido como el Hospital de Los Magallanes de Catia, un pasillo inundado permanece clausurado y sin luz, con un tobo estratégicamente ubicado para recoger el agua de las goteras en el techo.
Algunas zonas del Hospital José Gregorio Hernández están devastadas y permanecen inoperativas, sin ningún tipo de mantenimiento.
Habitación donde normalmente se alojan los pacientes del Hospital de Los Magallanes de Catia, se encuentra en condiciones por debajo de los estándares mínimos de higiene y salubridad para un centro de salud.
Algunos pasillos del Hospital de Los Magallanes de Catia están abandonados, con muebles y camillas viejas atravesadas, y sin otra fuente de luz que la que entra por los ventanales.
Junto a su mamá y su papá, Daniela cultivaba la tierra del jardín de su casa en la planta baja de su edificio, con herramientas de distintos colores que casi parecen juguetes. Ahora, Susana Álvarez, su mamá, continúa la tarea. “No ha sido fácil”, cuenta, “porque la tierra de aquí no es buena. Debajo hay puros escombros. Ha sido un trabajo adecuar la tierra para que por fin se nos diera algo”. Hoy, el huerto tiene mucho qué mostrar: tres matas de piña que necesitan ser trasplantadas porque ya están muy grandes; espinacas que una vez que dan la primera carga siempre verdean y se pueden cortar y comer; una mata de mandarinas que tenía años sembrada y no había dado su carga, hasta que a finales de 2016 produjo cinco mandarinas. “Daniela tiraba semillas de ahuyama y de melón por todo el jardín”, relata Susana, “entonces uno cree que ya la mata de ahuyama se secó y amanece otra. De melón todavía ninguna nos ha dado. Ellas han crecido, pero ninguna ha cargado melones todavía”.
El tatuaje que Susana tiene en la espalda se lo hizo el 18 de diciembre de 2016, en el programa “Tatuajes por juguetes”, una iniciativa que busca recaudar juguetes donados para niños de las comunidades de Petare, a cambio de un tatuaje gratis para el donante. El lazo dorado es el símbolo de la lucha contra el cáncer infantil, y las letras que lo acompañan son las iniciales del nombre de su hija: Daniela Esperanza Ghinaglia Álvarez. Una vez, en el huerto que la familia tiene en el jardín de la planta baja del edificio donde viven, Daniela sostuvo en sus manos una mariposa y su mamá le tomó una foto. La mariposa del tatuaje proviene de ese recuerdo. “Siempre quise tatuarme, pero siempre tuve el temor de que al pasar el tiempo mis gustos cambiaran y terminara aborreciendo el tatuaje”, dice Susana. En agosto se celebrará una nueva versión de la iniciativa, que esta vez se llamará “Tatuajes por útiles”. Susana está pensando ir y hacerse otro tatuaje. “Y según la superstición de los tatuadores, los tatuajes deben ser impares, así que si en diciembre vuelve ‘Tatuajes por juguetes’ creo que iré por el tercero”.
Vía Prodavinci.