RIO DE JANEIRO — Una encuesta reciente revela que solo el dos por ciento de los brasileños votaría por él. Su carrera está bajo la lupa de las autoridades por testimonios que lo vinculan con un inmenso escándalo de corrupción y un juez de la Corte Suprema decidió que el congreso debería iniciar un juicio político contra él.
Pero aún así Michel Temer, el vicepresidente de Brasil, se prepara para tomar las riendas del país, lo que sucedería si el Senado decide juzgar a la presidenta Dilma Rousseff. Si una mayoría simple de senadores vota a favor, sería suspendida de su cargo durante seis meses para defenderse de la acusación de que cubrió falencias presupuestarias con dinero de la banca pública.
Eso dejaría a Temer a cargo del país más grande de América Latina, que además atraviesa su peor crisis económica en décadas, enfrenta una epidemia de zika y será el anfitrión de los juegos olímpicos de 2016.
Temer ha dicho en entrevista que no prepara un golpe, aunque Rousseff lo acuse de planear un golpe de Estado. “No quiero que parezca que estoy conspirando para llegar al poder”.
Hasta hace poco, Temer, de 75 años, era poco conocido en la arena política brasileña. Muchos lo conocían por Marcela, su esposa de 32 años que lleva el nombre de su marido tatuado en el cuello y que se hizo popular gracias a los concursos de belleza.
Pero los brasileños están empezando a conocer a Temer gracias a la batalla por el juicio político presidencial. Sus rivales lo han descrito como “el mayordomo de una película de terror” por su comportamiento críptico y sus maneras formales. Temer, por su parte, ha decidido asumir su rol público con mayor claridad.
Parece especialmente preocupado por el viaje de Rousseff a Naciones Unidas, donde podría utilizar ese espacio para transmitir su mensaje al mundo. La presidenta ha venido diciendo que el proceso en su contra es ilegal.
Por ahora Rousseff dicho que su vicepresidente es un traidor. Temer, profesor de derecho constitucional y cuyo partido ha gobernado en coalición con el de Rousseff, dice que la presidenta los ha tratado muy mal desde el principio de la coalición.
Nunca han tenido buena relación y se han limitado a saludos formales en los actos públicos. La última vez que hablaron fue en enero según él, que ha descrito su mandato como vicepresidente como “cuatro años de ostracismo. No hemos sido amigos porque ella nunca se ha considerado mi amiga”.
A la hora de formar un gabinete, Temer ha enfrentado varios desafíos. El y sus socios están implicados con el escándalo de sobornos en Petrobras, la compañía petrolera estatal, el desempleo sigue creciendo en medio de la crisis económica y cada vez se oyen más voces que dicen que el juicio político a la presidenta no es legítimo.
Temer dijo que le preocupa que la presidenta vaya a Naciones Unidas a decir que Brasil es una república pequeña donde suceden golpes de Estado.
Rousseff se ha negado a dimitir, aunque enfrenta acusaciones de manipulación presupuestaria. También se le acusa de recibir dinero de fuentes no permitidas para sus campañas, y de obstruir la investigación relacionada con Petrobras. Ella dice que su juicio político equivale a un “fraude político”.
Durante una entrevista telefónica de media hora, Temer dijo, desde Sao Paulo, que eso no es cierto. “El juicio político está permitido en la Constitución de Brasil”. Y añadió que permitirá las investigaciones sobre la corrupción en el seno de su propio partido si llega al poder.
También dijo que apoya a Eduardo Cunha, el portavoz del congreso y la persona que lidera el juicio político, también acusado por corrupción. Dijo que no pedirá su dimisión. Si Temer asume la presidencia, Cunha sería el siguiente en la línea de sucesión.
El Tribunal Supremo Federal está juzgando a Cunha porque supuestamente recibió hasta 40 millones de dólares en sobornos. Temer ha dicho que la cuestión “es decisión del tribunal”.
Temer también reconoce que hay acusaciones contra él. El senador Delcídio do Amaral ya testificó contra él y parte de la élite política del país. Sobre Temer, ha dicho que su papel fue instrumental para conseguir puestos directivos en Petrobras para ciertas personas que después fueron sentenciadas a penas de prisión por sobornos, lavado de dinero y fraude.
Uno de ellos, João Augusto Henriques, fue responsable de un fraude en la compra de etanol que supuestamente benefició, según la investigación, a miembros del partido de Temer.
En la entrevista, el vicepresidente dijo que es inocente de cualquier comportamiento incorrecto y describió su conexión con los acusados como una cuestión meramente burocrática debido a sus cargo como presidente de su partido.
El 61 por ciento de los brasileños está a favor del juicio político a Rousseff y el 58 por ciento también lo quiere para Temer, según una encuesta de opinión realizada este mes por Datafolha.
Y aún peor. Solo el 2 por ciento de los brasileños votarían por él si se presentara a las elecciones de 2018. Se ubica muy por detrás de potenciales candidatos como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro, un congresista ultraconservador de Río de Janeiro.
Fuente: NY Times en español