Desde que ganó las elecciones hasta hoy, Mauricio Macri varió su posición respecto de Venezuela. En la esencia, el Presidente no modificó los cuestionamientos de fondo ante la violación de derechos humanos de la administración de Nicolás Maduro. Pero el gobierno argentino protagonizó zigzagueos y dilaciones a la hora de encarar herramientas concretas para sancionar a Caracas.
No bien pisó la Casa Rosada, Macri exigió abiertamente la necesidad de que la OEA o el Mercosur apliquen la Cláusula Democrática y de que se aparte a Venezuela de los foros internacionales mientras no se de respuesta a la situación de los presos políticos y a la violación de los derechos humanos. El 21 de diciembre de 2015, Macri protagonizó el primer encontronazo con Maduro cuando exigió en la cumbre del Mercosur que liberara cuanto antes a los presos políticos. La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, lo cruzó duramente y lo acusó de impulsar la violencia en Caracas.
En la última reunión de la OEA, la postura de la Argentina ante Venezuela se suavizó sustancialmente de la mano de la canciller Susana Malcorra. Evitó que el titular de ese organismo, Luis Almagro, impusiera el debate por la Cláusula Democrática y, en cambio, pugnó con éxito por la postura que llamó al diálogo en Venezuela para solucionar la crisis.
Algunos diplomáticos extranjeros y del propio Palacio San Martín atribuyeron ante LA NACION que esa idea de Malcorra está íntimamente relacionada con la postulación de la canciller argentina como candidata a secretaria general de la ONU. Es entendible: Malcorra debería, según esta estratagema, mantener un equilibrio y ganarse el voto de Maduro en la ONU. Es que Venezuela es hoy un miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y un solo veto en ese sitial dejará afuera a cualquier candidato para suceder a Ban Ki-moon.
Malcorra negó tajantemente esa teoría, y en una charla con periodistas expresó que la Carta Democrática no solucionaría los problemas de Venezuela y la expulsión de Maduro de la OEA, sino que sólo aceleraría el proceso de crisis política. Macri pagó cara esa postura de Malcorra. La oposición venezolana criticó a la Argentina por no apoyar los cuestionamientos a Maduro y no sacar a éste fuera del mapa internacional.
Sentado sobre un volcán, Macri avaló la tesis de Malcorra, pero siguió haciendo equilibrio. Le agregó un tono grisáceo a su discurso. «La Cláusula Democrática sigue siendo una opción, pero no va a destrabar el conflicto», dijo.
El último zigzagueo de la Argentina se vio ante la fecha exigible para el referéndum revocatorio del mandato de Maduro. «Cuidado con poner fechas límite porque mi experiencia es que las red lines terminan mal», planteó Malcorra en abierta negativa a ponerle un ultimátum a Maduro para que defina antes de fin de año la fecha del revocatorio. Sin embargo, Macri ya había pedido públicamente que el revocatorio se produzca este año. La postura de los delegados argentinos en la OEA sigue siendo la de un papel componedor sin poner plazos al revocatorio. Ahora el debate se trasladó al Mercosur. Paraguay exigió a ese bloque la imposición de la Carta de Ushuaia, que en los efectos prácticos busca lo mismo que la Cláusula Democrática de la OEA: sancionar al país que no se ajuste a los parámetros democráticos y apartarlo.
A ello se le agregó la intención de Paraguay y Brasil de evitar que Venezuela asuma la presidencia pro témpore del Mercosur que hoy tiene Uruguay. El canciller uruguayo Nin Novoa dijo a LA NACION que en algún momento habrá que encarar el debate por la Cláusula Democrática. Nuevamente, la Argentina hace equilibrio y evita que la sangre llegue al río. Macri no definió abiertamente aún si avalará la postura de Paraguay en el Mercosur. Pero dio algunos indicios. Desde Alemania, deslizó que Uruguay podría seguir al frente del bloque. Otro gesto de equilibrio diplomático.
DIARIO LA NACIÓN.