Editorial Analítica
Afortunadamente, por vías diferentes, algunos países constataron, oportunamente, el peligro de ese nuevo modelo político y destituyeron o sustituyeron a los gobiernos que pretendían imponerlo, así fue con Fujimori en Perú, con el kircherismo en Argentina y ahora -y tal vez el más importante- en Brasil, en el que el partido de Dilma no tuvo la fuerza necesaria para desmantelar la división de poderes que fue la que, con base a la Constitución de ese país, procedió a removerla temporalmente del gobierno, hasta que el Tribunal Supremo decida si procede o no la destitución definitiva.
En nuestro país tenemos, tal vez, el peor ejemplo, una democracia totalitaria que logró controlar por muchos años todos los poderes hasta que en diciembre del año pasado el voto popular le restó el control del Parlamento. A pesar de esta realidad y del amplio rechazo popular al gobierno de Maduro, este no parece o no quiere entender el mensaje y se atrinchera en el poder al costo de perder la poca imagen democrática que había cultivado con astucia y esmero.
Si bien no podemos seguir el ejemplo brasileño por el control férreo que ejerce el jecutivo sobre el poder judicial, sí podemos hacer como en Brasil: movilizar al pueblo, de manera pacifica, para exigir que el CNE cumpla con la disposición constitucional de convocar oportunamente a un referéndum revocatorio del mandato del presidente Maduro.
Estamos convencidos de que más temprano que tarde se impondrán la lógica y la sindéresis necesarias para lograr el tan necesario diálogo, que es la vía para resolver la crisis.