El caldeado clima político no está para cumbres en el Mercosur. El recalentamiento de la crisis de Venezuela y los embates de Brasil dejaron al bloque sin cumbre de presidentes y sólo habrá una reunión formal de cancilleres en Montevideo para concretar el traspaso de la presidencia pro témpore de Uruguay a Venezuela.
En medio de la crisis del gobierno de Nicolás Maduro, los cuestionamientos de Paraguay, Uruguay y la Argentina a Caracas y los cortocircuitos internos que vive el Brasil de Michel Temer, los socios del Mercosur acordaron ayer que el gesto más prudente es la postergación de una cumbre de presidentes que estaba prevista para el 12 de julio próximo.
Luego de una jornada de intensas negociaciones y llamadas cruzadas entre las cancillerías de los distintos países del Mercosur, el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, confirmó ayer que la cumbre presidencial del bloque no se hará. En cambio, habrá una reunión formal de cancilleres donde se «discutirán las condiciones» del traspaso de la presidencia pro témpore de Uruguay a Venezuela.
Novoa se reunió ayer en Montevideo con su par de la Argentina, Susana Malcorra, para evaluar el tema crítico del Mercosur y las «condiciones políticas particulares que viven algunos socios», como es el caso de Brasil y Venezuela, según dijo.
«Uruguay está firmemente apegado a las normas internacionales de derecho y a cumplir con los compromisos que tiene establecidos. Las normas mercosurianas establecen que la rotación [de la presidencia del bloque] será semestral; Uruguay tiene la presidencia y cuando termine, en julio, va a pasarla. Antes o después veremos las condiciones sobre este aspecto», subrayó Novoa.
Las palabras del canciller uruguayo reflejaron el clima de tensión que se vive puertas adentro en el Mercosur. Según confiaron a LA NACION fuentes calificadas de las diplomacias de la Argentina, Paraguay y Brasil, existen diferencias con respecto a la idea de que Maduro asuma la presidencia pro témpore del Mercosur por un motivo entendible: se avecinan las definiciones de las negociaciones por un acuerdo de libre comercio del bloque con la Unión Europea y los socios del Mercosur temen que Venezuela tire por la borda los avances que hubo hasta ahora. De hecho, hace casi dos meses se logró un intercambio de ofertas para que se llevaran adelante las negociaciones por el acuerdo de libre comercio con la UE que deberán continuar.
En ese sentido, Novoa intentó llevar un poco de tranquilidad al Mercosur y aclaró ayer que «Uruguay seguirá con la agenda externa» en lo que refiere a asuntos referidos a la extrazona, «sobre todo con las negociaciones con la Unión Europea».
La canciller Malcorra llevó a Uruguay el mandato de Mauricio Macri de preservar las negociaciones avanzadas con la UE. Los voceros de la canciller argentina minimizaron el tenor del encuentro de Malcorra y Novoa. «Se trató de una reunión de rutina de la agenda bilateral», dijeron. Sin embargo, LA NACION pudo saber que los cancilleres de Uruguay y la Argentina buscaron encauzar una posible situación de desborde de una cumbre presidencial.
A los recelos que hay en el Mercosur porque Maduro se haga cargo del bloque y frene las negociaciones con la UE se suma el frente externo contra la crisis de Venezuela, donde algunos países, como Paraguay, podrían exigir el cumplimiento de la Carta Democrática para suspender temporalmente a Caracas del bloque hasta que se solucione, por ejemplo, la situación de los presos políticos.
También está en la mira la situación inestable de Brasil. Fuentes de Itamaraty sostienen que Temer no confía plenamente en su canciller, José Serra, y que ambos tienen proyectos divergentes sobre el futuro del Mercosur. En el bloque se vive con incertidumbre el gobierno interino de Brasil, donde se espera un eventual juicio de destitución contra la presidenta Dilma Rousseff.
A todo esto, la canciller Malcorra sumó ayer otro condicionante para el Mercosur. Opinó que el Brexit quitará atención a la negociación Mercosur-UE.
Con todo ello, no había clima político razonable en el bloque para enfrentar una cumbre de presidentes. Así, se optó por el camino más fácil: armar una reunión formal de cancilleres que buscará imponer el tono diplomático y evitar las rispideces políticas.