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El crecimiento promedió el 4,1% en la década concluida en 2012. Con él se dio una transformación social: sesenta millones de personas salieron de la pobreza, y la clase media creció.
Pero los buenos tiempos quedaron atrás. La economía de Latinoamérica está frenándose: En 2014 se creció apenas 1,3%, y las cifras para este año no son muy prometedoras. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que este año crecerá solo 0,9%, y, apenas la semana pasada, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) actualizó a 0,5% su perspectiva de mayor crecimiento para la región.
No obstante, Centroamérica, República Dominicana y México se encaminan a tener mejores resultados que el promedio en los próximos años.
Los más afectados son los países que manejaron mal sus políticas, en diversos grados. Después de un derroche fiscal inflacionario, Brasil enfrenta ajustes inevitables: su economía se contraerá en 1,2% este año, según el Gobierno, y el desempleo está aumentando. Argentina soporta un prolongado estancamiento y una inflación de dos dígitos. Venezuela afronta una dolorosa contracción del 7% este año e inflación del 95%, dice el FMI, y en el mercado negro su moneda ha perdido la mitad de su valor frente al dólar desde enero.
Esto no solo ha sorprendido a los pronosticadores, sino que Latinoamérica se ha desacelerado más que cualquier otra región emergente. Muchos estiman que ahora enfrenta un “nuevo crecimiento normal” de solo entre 2% y 3% al año y pondría en peligro los recientes logros sociales. La caída de la pobreza ya se ha frenado.
SE FRENA INVERSION
Una explicación inmediata para la desaceleración es la caída en los términos comerciales de la región, la proporción del precio de sus exportaciones en relación con el precio de sus importaciones. Tras elevarse en tres veces entre 2003 y 2011, los precios de las materias primas cayeron un poco a partir de ahí para luego desplomarse significativamente el año pasado. Desde 2011, la inversión en las economías de la región se ha frenado, y el FMI concluye que la desaceleración está estrechamente relacionada con los precios de las materias primas. Los mercados financieros han respondido en consecuencia, y las principales divisas de la región se han depreciado en un promedio de 20% frente al dólar desde mediados de 2014 y la mayoría de los mercados bursátiles están deprimidos. El inminente aumento en la tasa de referencia de la Reserva Federal de Estados Unidos elevará los costos del endeudamiento.
En el pasado, esas abruptas reversiones tendieron a causar pánico y salidas de capital. Esta vez, al menos es en parte diferente. Mejores políticas macroeconómicas, como tipos de cambio flotantes y una deuda pública menor, han permitido a muchos países hacer ajustes suave. Chile, Colombia y Perú, que han manejado sus asuntos de manera responsable, siguen creciendo, pero mucho más lentamente. También Bolivia, cuyo gobierno izquierdista ha sido relativamente prudente.
En los años 90, Latinoamérica empezó a diversificar sus exportaciones, vendiendo una mayor variedad de artículos, pero eso se ha revertido desde 2000. Solo un pequeño y declinante porcentaje de las exportaciones de la región son de productos “complejos”; es decir, de conocimiento intensivo.
Esto importa: Ricardo Hausman, un economista venezolano en la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, ha encontrado una correlación estrecha entre la diversidad y complejidad de las exportaciones y el subsecuente crecimiento económico.
El problema que afronta Latinoamérica, dijo el académico, “son las cosas que debería haber y no hay. (Los latinoamericanos) rara vez hablan sobre tecnología e innovación, así que no hay nuevas industrias que asuman el papel de las materias primas”.
CADENAS DE VALOR
Expresado de otra manera, el problema de Latinoamérica es su fracaso para unirse a lo que los economistas llaman “cadenas de valor mundiales”, las cuales de hecho son principalmente regionales. La industria moderna necesita elaborar cadenas de suministro con partes provenientes de varios países diferentes, pero a menudo son vecinos. Un 72% del “valor extranjero añadido” a las exportaciones de los países europeos es intrarregional; en otras palabras, se origina en otras naciones europeas. El equivalente para Asia es 56% y para Sudamérica de apenas 30%, según el Banco Mundial. Solo México está conectado a estas cadenas de valor, gracias a su integración económica con Estados Unidos.
La brecha de la productividad entre Latinoamérica y el resto del mundo se ha estado ampliando.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo, la productividad total de los factores de Latinoamérica “la eficiencia con la cual trabajan juntos la mano de obra y el capital” fue ligeramente más de la mitad del nivel de Estados Unidos en 2010, comparado con casi tres cuartas partes en 1960. Durante el mismo período, el este asiático ha reducido su brecha de alrededor de la mitad a un tercio.
Latinoamérica tiene muchas grandes compañías modernas, algunas de las cuales se han convertido en multinacionales exitosas. Sin embargo, las empresas latinoamericanas típicas carecen de escala, tecnología y administración profesional.
Hay varias razones por las cuales las compañías latinoamericanas encuentran difícil ser más productivas. Andrés Velasco, un exministro de finanzas de Chile, insiste en la falta de competencia en lo que, salvo Brasil y México, son mercados nacionales más bien pequeños.
Lograr una mayor escala es vital para elevar la productividad, y eso significa ir al extranjero. Sin embargo, pese a que se habla mucho de integración, Latinoamérica sigue siendo bastante proteccionista.
Entre penurias tecnológicas
Formalidad vs informalidad
La baja productividad que se refleja en Latinoamérica también se puede explicar en que la mitad de los latinoamericanos trabaja en empresas informales y no registradas que pasan apuros para conseguir tecnología y capital. Esas empresas compiten injustamente con las legales, y hacen mayor su carga fiscal. Santiago Levy, del BID, cree que algunos gobiernos han alentado la economía informal al establecer pensiones no contributivas y un seguro de salud gratuito junto con planes tradicionales de seguro social que grava al empleo formal.
MUCHOS TRÁMITES
La informalidad es consecuencia en parte de la regulación barroca que se suma a los costos empresariales. Piero Ghezzi, el ministro de producción de Perú, lamenta que una de las pocas zonas de desarrollo industrial del país, en Tacna, en la frontera con Chile, no tenga inquilino “aun cuando ofrece exención del impuesto sobre ingresos corporativos” porque los procedimientos para establecerse ahí son demasiado complicados. Él está desplegando un pequeño equipo de “desburocratizadores” para tratar de eliminar los obstáculos regulatorios.
Un freno aún más poderoso para la productividad es la falta de carreteras, puertos y demás infraestructura en la región. Mientras China invierte el 9% de su PIB en infraestructura e India el 6%, Latinoamérica dedica solo el 3%, según CAF, un banco de desarrollo.
La falta de dinero ya no es el mayor problema: Países como Chile, Colombia y Perú han movilizado a las finanzas privadas hacia la infraestructura. Más bien, es la dificultad para construir cualquier cosa.