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Desde que anunció su candidatura presidencial, Donald Trump ha encabezado las encuestas y dominado los titulares, sobrevolando el campo de precandidatos del Partido Republicano de Estados Unidos como un dirigible.
Rivales en pánico, periodistas hambrientos de notas y simpatizantes fascinados con su figura lo han tratado como un portentoso (o monstruoso) fenómeno fuera de serie. Pero, en realidad, él representa algo muy viejo en la política estadounidense, más viejo aún que la república misma. Trump es la última encarnación del Rey Patriota, el héroe que llega de improviso para rescatar al sistema político de sus propios vicios.
El creador de la idea del Rey patriota fue un pensador bien conocido por los padres fundadores de EE.UU.: Henry St. John, vizconde de Bolingbroke (1678-1751), un político y periodista inglés de la época en la que el poder de los reyes estaba siendo reemplazado en Gran Bretaña por el gobierno parlamentario y de los partidos políticos. Cuando era joven, Bolingbroke parecía destinado para grandes cosas, pero se ató a una serie de soberanos (y aspirantes a soberanos) que lo dejaron en mala posición política.