Tanto que le costó a Venezuela ingresar al Mercosur y ahora, con la reconfiguración en la conducción latinoamericana, la complacencia mutua entre Venezuela y socios comerciales ya no es automática. Es, sin duda, una de las consecuencias de no saber combinar política, chequera, lobby e ideología.
Que Venezuela haya entrado en el bloque, a las espaldas de Paraguay, es una factura que le está pasando los gobiernos de Brasil, hoy sin Dilma; de Uruguay, hoy sin José Mujica; de Argentina, hoy sin Cristina de Kirchner. Mientras, la diplomacia de Venezuela sigue siendo la diplomacia de Maduro. En todo su esplendor, en toda su sombra.
La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, arremetió la semana pasada contra los gobiernos de Brasil, Paraguay y de Argentina. Los censuró por cuestionar la vocación democrática de Miraflores. El trío ha sabido ganárselo.
El nivel discursivo -o la altivez, mejor dicho- sigue aumentando. Rodríguez afirmó que el presidente argentino Mauricio Macri pretende destruir el Mercosur y espetó -vía Twitter– que Venezuela no lo permitirá.
El gobierno de Maduro quiere que Venezuela viva rodeada de vecinos que no la soportan. Colombia hace un esfuerzo. Guyana ni lo intenta y desde hace un par de años ha tomado sus previsiones (en lo económico y en lo territorial con la zona en reclamación). Los aliados cada vez son menos, incluso en el Caribe.
Las amistades de Maduro lo defienden, sí, pero Nicaragua tiene temas más importantes en los que concentrar su agenda internacional como las críticas por la destitución de diputados opositores. Ecuador y Bolivia hacen lo que pueden vía Twitter y en algunos foros internacionales. Debe agotar apostar siempre por Maduro. Y Cuba… ve más al imperio, que al recuerdo del Cuartel de La Montaña.
Diálogo de sordos
Venezuela insiste en que la triada está confabulada contra el régimen. El grupo, compuesto por Brasil, Paraguay y Argentina (porque Uruguay, en su ahora estilo ambiguo, se mantiene al margen), lanza dardos de tanto en tanto, según su peso político real en el continente lo permite. Pero Paraguay lleva la voz cantante, que comparte en ocasiones con Argentina.
“En nuestra condición de Estado parte de Mercosur, dijimos las verdades que su sordera oligárquica estimulada desde Washington le impide escuchar. Es la misma sordera arrogante que no le permite escuchar al pueblo argentino, hoy sumido en la desesperanza de un gobierno neoliberal y antidemocrático”, aseveró la canciller venezolana.
“El que se mete con Venezuela se seca”, cree que amenaza Rodríguez. “Lo que está pasando en Venezuela es un desastre”, asestó Macri en Buenos Aires el miércoles y enfatizó que Caracas no puede asumir la presidencia pro témpore del Mercosur.
¿Venezuela está en la capacidad de una cruzada internacional para defender otra vez el honor de la revolución? Eso requiere tiempo e intelecto, recursos del PSUV. Dejárselo todo a Delcy es… es terminar enemistándose hasta con el papa Francisco que ve soslayadamente y ora por Venezuela.
Está la otra agenda, la que no requiere de oposición ni de voceros políticos: la de la escasez, la de la inflación, la de la delincuencia, la de la impunidad, la de la corrupción.
Advertencia de Argentina
“No ha cumplido con lo que se ha planteado como condición hace cuatro años; expiró el tiempo, y no tiene derecho a ejercer esa presidencia, no es un miembro pleno”, lanzó un gancho Macri. Es un golpe que hay que saber calibrar. Argentina amenaza -palabras más, palabras menos- con expulsar a Venezuela, que en diplomacia se diría con un tono más benevolente: no habría tal necesidad, porque nunca perteneció (en espíritu) al bloque.
En 2017, será interesante ver cuando Venezuela dé la presidencia de Mercosur a Argentina.
Venezuela no la tiene fácil. Y muy al estilo criollo cree que picar adelante es envalentonarse y demostrar una retórica altanera. Eso no genera respeto. Ni da legitimidad. Menos con socios comerciales que cada vez dependen menos de la petrochequera venezolana.
Leonardo Suárez Montoya, vía El Correo del Caroní.