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El presidente Nicolás Maduro llegó el domingo a Vietnam, donde espera ampliar convenios petroleros y de apoyo financiero, ahora que el país latinoamericano está sumido en una crisis profunda en medio de la caída de los precios globales del crudo y que los venezolanos viven con la escasez de productos básicos.
Maduro espera reunirse con el primer ministro vietnamita, Nguyen Tan Dung, y visitar la Cámara de Comercio del país asiático, informó en la agencia estatal de noticias de Venezuela (AVN).
Igualmente el canal oficialista Telesur agregó que el mandatario pretende firmar acuerdos de «apoyo financiero, económico y estratégico, entre los que se destaca el establecimiento de alianzas para la defensa del precio del petróleo».
No es la primera vez que Maduro sale por el mundo para buscar fondos para rescatar al país. Ya lo ha hecho con Rusia. La economía venezolana sufre una inflación que supera el 900%.
El mandatario venezolano partió a Asia dejando a su país en medio de una crisis fronteriza con Colombia, luego de que Caracas ordenara cerrar los pasos limítrofes para combatir el contrabando y las supuestas acciones de bandas paramilitares. Al menos 8.250 colombianos pobres han huido o han sido deportados por las autoridades venezolanas.
El nuevo modelo vietnamita
El modelo de Viet Nam el de una economía de mercado y un esquema político en el que el Partido Comunista conserva el monopolio del poder garantizado por el sistema del “partido único” en el que se enquista la élite comunista dominante.
Pues es lo que ahora concretamente está haciendo Vietnam. Abriéndose todo lo que puede. El país asiático acaba de suscribir un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Ocurre que el mundo cambia velozmente en dirección a la libertad comercial que, para los presuntos “progresistas” vernáculos, es anatema. Para Vietnam, no lo es.
Con 90 millones de consumidores, el mercado vietnamita es atractivo para los exportadores de cualquier parte del mundo. Incluyendo los de alimentos, naturalmente. Más aún, porque su economía crece sanamente y, con ello, también el poder adquisitivo de su pueblo. Rápidamente. A una tasa del 5,4% anual. Con exportaciones crecientes, una población joven y un fuerte énfasis en lo tecnológico, el FMI estima que la economía de Vietnam crecerá un 82% en los próximos cinco años. No está nada mal.
El acuerdo comercial se logró tras dos años y medio de negociaciones intensas, que además fueron sinceras. No como las del Mercosur, corroídas por la perversa y mendaz “estrategia”, absolutamente destructiva, de nuestro país todo a lo largo de la última década.
Con la Unión Europea
Hasta ahora, Vietnam le vendía a la Unión Europea bienes por valor de unos 22 billones de dólares y le compraba, en cambio, por valor de unos 28 billones de dólares. Para ese país, la Unión Europea es el segundo socio comercial. La Unión Europea tiene unos 31 millones de puestos de trabajo dedicados a la actividad exportadora. Y hay empresas europeas que, en el sector textil y en el de la indumentaria, esperan poder llegar en más con ventaja al mercado europeo. Ellos temen, sin embargo, que China se “cuele” a través de Vietnam en este particular sector, razón por la cual el acuerdo comercial contiene “reglas de origen” que son severas, precisamente para poder evitar esa posibilidad. El acuerdo permitirá a las constructoras europeas participar en la obra pública vietnamita, codo a codo con las locales, enfrentando a sus competidoras chinas. E ingresar en el sector de los servicios, incluyendo los financieros.
En diez años se eliminará el 99% de las tarifas recíprocas que hoy existen. Como proveedora de alimentos, la Unión Europea tendrá entonces, pronto, una ventaja respecto de la Argentina, que por una década ha caminado -y sigue caminando- inconscientemente para atrás. Como si el futuro no existiera. O no importara.
El tema de los derechos humanos (todavía violados sistemáticamente en Vietnam) fue objeto de discusiones entre Vietnam y Europa. Prevaleció la noción que un país al que el comercio exterior ayuda a crecer no podrá evitar el consiguiente cambio económico y social, por lo cual la situación del respeto de los derechos humanos en Vietnam habrá de cambiar por las presiones internas que aparecerán con la mejora del nivel de vida interno. No obstante, la Unión Europea se reservó específicamente el derecho de suspender la vigencia del acuerdo en caso de que la situación vietnamita en materia de derechos humanos de pronto se deteriore. Con el comunismo en el poder no hay, sobre esto, garantía alguna.
¿Advertirán los “progresistas” que abrazan -inconsciente y fanáticamente- el proteccionismo que éste, y no otro, es el camino que supone tratar de adoptar el “modelo” vietnamita? El de la apertura al resto del mundo. El que nada tiene que ver con la tendencia suicida a encerrar a un país que prevaleció en Venezuela a lo largo de los últimos dieciséis años. Que, como consecuencia, nos atrasó respecto del resto del mundo y nos forzó a perder mercados tradicionales y, de paso, nos llevó a succionar perversamente la renta de nuestro agro e industria, hasta agotarlo y dejarlo exhausto, como sucede en la actualidad.