Creo que si el ritmo de endeudamiento del gobierno de Maduro con el de la República Popular China, sigue creciendo con el furor del último año, no solo serán conocidas barriadas de Caracas, sino toda Venezuela, la que terminará convertida en un “Chinatown”. Las cifras son confusas, aunque funcionarios de la administración madurista hablan de un total de 42 mil millones de dólares.
Más misteriosos -¿cuándo no?- los asiáticos no asoman cantidades en público, si bien no ocultan que ya son el tercer cliente comercial del postchavismo, muy cerca de USA que sigue siendo el primero, y casi desplazando a Colombia del segundo.
Sin embargo, si se analiza el problema de los embarques de petróleo que se están enviando diariamente a los amarillos y que ya podrían fijarse en 400 mil, es posible que el ranking resulte modificado.
También están las importaciones venezolanas de cuantas baratijas produce el “gigante”, sin hablar de la línea blanca, algo de tecnología y unos carros que deben ser invisibles por que, o se ven muy poco o no se ven.
Lo cierto es que, el endeudamiento y el dominio del comercio mayorista y minorista por los chinos siguen en grande, haciendo casi cuestión de niños la presencia del capital norteamericano en la economía nacional, antes de la política de sustitución de importaciones.
Un fenómeno económico y político que estuvo en la raíz de los movimientos antiimperialistas y populistas que curtieron el subcontinente durante todo el siglo pasado, pero que, “por ahora”, parece que no tendrá contestación porque, como dijo Maduro hace dos días: “El de China es un imperialismo bueno”
Me acuerdo que de aquellos también nació decirles a los países pronorteamericanos que eran sucursales de “Gringolandia”.
¿Cómo le dirán ahora a los prochinos, que son calles, avenidas o barrios de “Chinatown?