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Donde quiera que haya gobiernos antidemocráticos, existen motivaciones para la protesta… y también para el terror. Seguramente fue una ley que se vivió en el curso de toda la historia, pero que solo en los últimos 25 años, con el auge de la comunicación masiva, instantánea, interactiva y electrónica resultó evidente para la sociedad. La primera y mejor prueba de un acontecimiento que contribuiría a cambiar la percepción del hombre y su historia de una vez y para siempre, se tuvo entre abril y junio de 1989, en la plaza de Tian´anmen, en Beijing, China, cuando decenas de miles de manifestantes que exigían libertad y democracia fueron masacrados por tropas del Ejército del dictador, Zhao Ziyang, poniendo fin a las protestas.
Esta noche, a la hora de escribir estas líneas, nuevas protestas se llevan a cabo en otra ciudad china, Hong Kong, exigiendo libertad, democracia y el derecho a elegir a sus gobernantes.
El presidente es ahora, XI Jinping, un tecnócrata de las últimas generaciones que, aunque sigue al frente de un gobierno fuerte genera, lógicamente, las dudas que crecen con el tiempo y los cambios de nombres y circunstancias.
Para empezar, China, no es ya el país de hace 25 años, que con audacia y sin titubeos se sacudía el lastre del maoísmo y el comunismo, y buscaba, desesperadamente, insertarse en la lista de los grandes del siglo XXI.
China es ahora la segunda economía del mundo, con un futuro que le augura ubicarse al lado de Estados Unidos como la otra potencia en industrialización, manufacturas, agricultura, ciencia y tecnología.
En otras palabras: que lo que tiene que perder es mucho si, su política, lejos de corresponderse al desarrollo económico, nos sigue trayendo su lado oscuro, dictatorial y represivo.
De ahí que la pregunta para terminar este artículo no es otra que: ¿Estamos a las puertas de un nuevo Tian´anmen o de una China democrática?