Por Manuel Malaver
Han sido dos días de lluvias después de cinco meses de sequía, pero que, al parecer, tomaron al gobierno de Maduro tan desprevenido, que aun no regresa del basurero donde lo dejaron.
Y la imagen no es en ningún sentido metafórica, pues si parte del país pudo ser literalmente arrasada porque Maduro y su gobierno no tomaron ninguna previsión para manejar la “crónica de un desastre anunciado”, ahora que ha sucedido, igualmente, puede decirse que no hace nada por recoger los escombros, y, mucho menos, para evitar los que seguirán en los próximos días.
Y es que, lo de las lluvias y las sequías son fenómenos estacionales en Venezuela, porque lo que, hasta ahora no se había conocido un gobierno que las ignorara para ser devastado por ellas.
Porque, no sé si los lectores se acordarán de que Venezuela está a semanas de quedarse sin luz porque una larga sequía, ineficiencia y corrupción, tienen en niveles de caída dramáticos a la hidroléctrica de Guri, y mucho menos, que lluvias torrenciales cayendo sobre ciudades y pueblos sin drenajes, traen inundaciones que no calman la sed, ni llenan los embalses.
En otras palabras que, la “catástrofe perfecta” para un gobierno de irresponsables, incompetentes y corruptos que devoran insaciablemente los recursos que se necesitan para mantener los servicios y la infraestructura y luego contemplan, impasiblemente, como se destruyen países y sociedades mientras ellos se focalizan en reprimir, repartir mendrugos y administrar escombros.
Es el panorama que los hombres del siglo XX se acostumbraron a ver en Cuba y Corea del Norte, y los del siglo XXI, ven con horror pudo haber creado vástagos e hijuelos en la infortunada Venezuela.
“Llegaron las lluvias” se oía ayer en todo el territorio nacional y de las alcantarillas y desagües se veían salir todo tipo de basura y animalejos, pero sin que por ninguna parte asomara un gobierno que merece quedarse en lo más profundo de las cloacas: el de Nicolás Maduro.