Como otro colosal fracaso del castrochavismo, pueden anotarse los intentos de los hermanos Castro y de Hugo Chávez de destruir la OEA, pero solo para que resultara rediviva y a punto de expulsar de su seno al sucesor de Chávez, Maduro.
Quiere decir que, otro dispendio a manos llenas de petrodólares venezolanos y que, en lugar de investirse en mejorar la calidad de vida y reducir la pobreza de las clases menos favorecidas del país, se dirigieron a inflar el ego y alimentar los delirios del héroe de cartón que soñaba con pulverizar al imperialismo.
Y para eso, Chávez, no solo gastó sumas enormes comprando votos para imponerle a la OEA sus torvos designios, sino creando multilaterales paralelas, como el ALBA, la Unasur y la Celac, con las cuales pensaba ir desplazando a la OEA a mínimos de influencia, después de los cuales, no le quedaba sino desaparecer.
Hoy, la desaparecida es el ALBA, y las a punto de desaparecer, la Unasur y la Celac, pues sin los petrodólares del botarate caudillo tropical, los países miembros se alejaron de la farsa y ahora no creen sino que la OEA es la organización regional con derechos propios y ganados en el continente.
Por eso, tiene en el banquillo, y a punto de expulsar de su seno a Maduro, el sucesor de Chávez, quien ya no encuentra a que santo rezarle para no se declarado el jueves “Estado Forajido”.
Que debería serlo, por sus estafas, maniobras y mentiras, porque se trata de un dictadorzuelo de la peor calaña, destructor de Venezuela y compinche de narcotraficantes y terroristas que se precia de ser un agente del G2-cubano.
Pero de algún oficio o profesión tenía que declararse Maduro, pues en los casi 60 años que cuenta, no se conoce que estudiara, trabajara y se ganara la vida con el sudor de su frente.
Tampoco se conoce su nacionalidad de origen, o sea, es un indocumentado que mintió para ejercer la presidencia y por ese solo delito la OEA debería acusarlo ante el Tribunal de La Haya.