Manuel Malaver
Desde que decidió lanzarse en Venezuela como experto “dialoguista”, José Luís Rodríguez (expresidente del gobierno español) ha abierto y cerrado una docena de diálogos, pero siempre con el mismo resultado: los dialogantes no se escuchan.
Zapatero, sin embargo, insiste, vuelve a aparecerse en Caracas, declara que ahora el diálogo si cobrará cuerpo, que contactó las partes, se dieron el sí, pero su próximo anuncio es que regresa a la Madre Patria y todo queda para una próxima oportunidad.
Y aquí es donde cabe explicar que, si los diálogos de Zapatero fracasan, no es solo porque las partes son sordas, sino porque Zapatero también lo es.
Si no ¿cómo se explica que Zapatero no entienda que nadie puede ir a un diálogo con un adversario que, antes te ha amenazado con llevarte a la cárcel si no te calas “su revolución”, y que por el solo de ser “diferente”, tienes tu vida en la mira de unos violentos que, no vacilarían en dispararte si Maduro, Cabello o Bernal se lo ordenan?.
Pero no es solo cuestión de oír, sino de ver, y es evidente que Zapatero no quiere ver los 130 presos políticos que existen en Venezuela, así como las 250 detenciones que tuvieron lugar en el curso de las manifestaciones que precedieron al 1Sep.
En otras palabras que, ayer no más, como también lo es la decisión de un Tribunal Supremo de Justicia -constituido por malvivientes de toda laya- de suspender a la recién electa Asamblea Nacional de sus funciones legislativas.
E igualmente, el empeño de Maduro de esconderse bajo las faldas de una señoras que llaman las “rectoras del CNE”, para violar la Constitución y no someterse al Referendo Revocatorio con el que, el pueblo venezolano busca despertar de la pesadilla de su infame gobierno.
Señales, voces, gritos que Zapatero no quiere oír, ni ver, dicen algunos que por ganarse unos euros, otros porque le debe favores al castrochavismo, pero yo pienso más bien que es porque padece de un virus que produce sordera, ceguera y tartamudez incurables: el marxismo.