Vanesa Vallejo.
En 2013, el mismo año en el que recibió su nombramiento como máximo jerarca del catolicismo, Jorge Mario Bergoglio publicó un manifiesto conocido como el Evangelii Gaudium, donde no solo hizo evidente su simpatía por el socialismo y su repudio por el capitalismo y el libre mercado, sino que dejó claro que durante su período en el Vaticano iba a desarrollar una agenda política e ideológica bastante activa.
Desconociendo el éxito del capitalismo, el sistema que durante los últimos 200 años ha sacado a miles de millones de personas de la miseria y ha aumentado el bienestar de la humanidad como nunca antes se había visto, el papa manifiesta: “Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”. Con declaraciones como estas, y con su actuar en pos de presidentes como Evo Morales y Nicolás Maduro, ya se hacía evidente la admiración que el papa profesa por esta ideología criminal.
Sin embargo, aunque el mundo entero ya lo sospechaba, nadie se esperaba una declaración abierta del comunismo militante del papa. “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, afirmó en una reciente entrevista. El papa no se contenta con proponer al comunismo como la alternativa concreta a lo que él considera una crisis mundial inédita sino que además, sin pudor, afirma que los verdaderos cristianos deberían pensar como comunistas.
Haciendo uso de una potente memoria selectiva, se le han olvidado a Francisco los innegables avances propiciados por el capitalismo y la globalización. Pero, además, parece que no recuerda los horrores que han padecido los ciudadanos de los países donde los comunistas han tenido la oportunidad de implementar sus ideas y, todavía más sorprendente, todo indica que decidió desconocer la persecución que durante el siglo XX sufrieron los católicos por cuenta del comunismo.
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