Los cubanos han encontrado un aliado en el lugar menos sospechado. El refugiado sirio que agradeció al presidente norteamericano el castigo militar propinado al régimen de Bashar al-Assad explicó en una de sus intervenciones televisivas que con los dictadores no se puede negociar y mucho menos tratar de asentar legado para la posteridad.
Dijo que en el afán de firmar un acuerdo con Irán, la anterior administración norteamericana no tomó en cuenta sus apremios como población tiranizada. Cuando enumeró las dictaduras con las cuales de nada ha valido negociar en los últimos tiempos, mencionó a la cubana.
El castrismo suele escurrirse de esos juicios y perturbadoras enumeraciones como si tuviera una licencia especial para reprimir con impunidad internacional, sino cómo se explica que la famosa actriz y activista LGBTI Jodie Foster y su esposa, hayan sostenido una “linda velada familiar” con Mariela Castro y sus secuaces.
Empeñadas en cumplir su agenda política y movidas por la moda de otras celebridades que han descendido en La Habana para curiosear en aquella rareza social, la delegación de Foster prefirió no ser perturbada con la idea de que Cuba no es el paraíso proletario descrito por la hija del dictador, quien ahora, por cierto, se apresta a combatir la ingente prostitución en la isla, atacando a los clientes.
Una somera búsqueda online las hubiera puesto en contacto con la serie dada a conocer recientemente por la organización Estado de SATS, Vamos por ti y por tu familia, donde opositores y sus descendientes dan vividos testimonios de cómo son acosados y maltratados físicamente por diversos aparatos represores del régimen.
Ciertamente no se trata de una “linda velada familiar”, lo que emana de esta terrible experiencia, sino de niñas negras maltratadas física y verbalmente por profesores, directores de escuelas y sus propios compañeros de clase a instancias de segurosos, sin piedad, que coordinan tal deleznable operativo con las instancias educacionales.
La delegación de Foster prefirió no ser perturbada con la idea de que Cuba no es el paraíso proletario descrito por la hija del dictador
Foster y su esposa Alexandra Hedison no se imaginan a sus hijos Charles y Kit sin protección en sus propias aulas, halados por los pelos, ofendidos por el color de su piel, o porque sus madres profesan una manera de pensar distinta a la del linaje político que ha provocado ese odio entre los cubanos.
Estos visitantes del mundo ancho y ajeno no saben, o prefieren no conocer, cómo los represores se ensañan con las mujeres y el disfrute que parecen sentir cuando les pegan, incluso delante de sus propios hijos. También ignoran el modo en que fabrican causas y dispensan multas absurdas en una atmósfera de repudios donde no hay defensa ni abogados que puedan practicarla.
Sin duda, la gran intérprete no hizo su tarea antes de visitar el barracón de los Castro, donde el activista Rolando Rodríguez Lobaina, director de la agencia de prensa independiente Palenque Visión, también ha realizado un documental sobre el hostigamiento que sufren familiares de los opositores de Oriente –donde el reside–, a Occidente.
Su propio hijo de 9 años ha recibido amenazas en el aula de la escuela, y las cámaras y laptops de sus colaboradores son constantemente confiscados por la policía política, que no conoce límites para intervenir por la fuerza en la vida privada del ciudadano común, circunstancia inimaginable en la vida de la familia Foster o Castro.
La inolvidable actriz de Taxi Driver dijo que Cuba era un país al que anhelaba regresar con sus hijos. “Este es un lugar de personas muy educadas, hermosa arquitectura y grandes artistas y me siento feliz de ver que las cosas no han cambiado desde mi primer viaje”.