Claudio Katz es el investigador del Conicet y docente de la UBA que enfrenta a la izquierda que no defiende los movimientos de Maduro. Lo acompaña Atilio Borón, nexo de Venezuela con Cuba. Y la memoria de otro argentino que le dio el primer «libreto» ideológico a Chávez, Norberto Ceresole.
La nueva teoría de Venezuela es que el chavismo es la «verdadera» izquierda y todos los que se opongan a ello, aun desde la izquierda, son «posprogresistas». Con ello pretende descalificarlos por no apoyar las atrocidades de Maduro, que no niegan pero justifican desde el chavismo. Esta teoría ha sido planteada por un argentino, Claudio Katz, que es licenciado en Economía y doctorado en Geografía, que trabaja en la UBA y es investigador del Conicet. Pero lo que más alarma a los intelectuales de izquierda de Venezuela que han tomado distancia del chavismo es que haya coordinado grupos de trabajo de CLACSO y que hoy esté llamando a justificar la autocracia en ese país.
El planteo se da como respuesta a un colectivo de intelectuales de todo el mundo que reclaman «paz en Venezuela», en cuyo manifiesto si bien hablan de la «polarización» y las «culpas compartidas» por la violencia, también admiten que «existe un gobierno cada vez más deslegitimado, con marcados rasgos autoritarios». Cientos de firmantes (muchos de ellos, exchavistas de todo el planeta) afirmaron:
No creemos, como afirman ciertos sectores de la izquierda latinoamericana, que hoy se trate de salir a defender a ‘un gobierno popular antiimperialista’. Este apoyo incondicional de ciertos activistas e intelectuales no sólo revela una ceguera ideológica sino que es perjudicial, pues contribuye lamentablemente a la consolidación de un régimen autoritario. La identificación del cambio, aún de la crítica al capitalismo, no puede provenir de la mano de proyectos antidemocráticos, los cuales pueden terminar por justificar una intervención externa, ‘en nombre de la democracia’. Desde nuestra óptica, la defensa en contra de toda injerencia extranjera debe basarse en más democracia, no en más autoritarismo.
La posición de Katz, en tanto, es la bandera de otro argentino, que oficia de nexo entre Maduro y Castro, Atilio Borón, y que también se ve divorciado de muchos de sus antiguos camaradas de la izquierda porque optó por aprovechar lo que queda de calor al lado de Maduro y Castro, que luchar -según le reprochan los que militaban con él en el comunismo de otros tiempos- por que los menos favorecidos sean reprimidos, hambreados y hasta asesinados, como ocurre en una Venezuela sin liderazgo después de la muerte de Hugo Chávez.
Lo curioso es que Katz pide «no confundir democracia con republicanismo neoliberal» y de eso acusa a los exchavistas. La democracia, entiende, es subordinarse a lo que el poder local dice, porque si no, cree, le estaríamos haciendo el juego al imperialismo externo: ¿pero acaso no es eso una forma imperial interna de gobernar?
Sin embargo, ni Katz ni Borón son pioneros en ofrecerse como dramaturgos del modelo chavista: Se les anticipó Norberto Ceresole, ya fallecido, quien le entregó al mismísimo Hugo Chávez, cuando todavía estaba desorientado ideológicamente, el primer libreto que era peronista: De allí las primeras comparaciones con el Perón del 45, aunque con lo que implica que haya llegado con medio siglo de demora.
Ceresole fue sacado del camino ideológico de Chávez por Fidel Castro en el año 2000 que tenía a su propio argentino, Borón. El intelectual de derecha cubanbo Carlos Alberto Montaner definió al primer argentino que influyó en la esfera chavista como un hombre de «prédica islamo fascistas» y dijo que se trataba de «un argentino peronista que había convencido al pintoresco bolivariano de las virtudes del modelo libio y de la verdad profunda del Libro Verde atribuido a Muhamad Gadafi, suma y compendio de la Tercera Teoría Universal, versión renovada y pasada por el desierto de la tercera posición propuesta por Juan Domingo Perón varias décadas antes». Conocido además como «un negador del Holocausto», Ceresole murió en 2003.
Vía MDZOL.