De la noche a la mañana, por sorprendente acto de magia, surge en el escenario político (aquí fanfarrias) ¡el chavismo crítico!
Los mismos aplaudidores vociferantes que apoyaron, auparon, estimularon a un hombre sin mayores luces, deslumbrado por el asombro, y justificaron su despotismo, atacando moral y físicamente hasta el crimen, la lucidez del pensamiento que advertía la ruina que anunciaban sus disparates producidos por la inducción predigerida de Fidel Castro.
«Sin alcahuetas no hay prostitutas y sin lameculos no hay tiranías. Canallas que conocían las consecuencias de los excesos administrativos de Chávez y los permitieron para saciar sus apetitos.»
Sabiendo la verdad se prestaron para difundir la mentira. ¡Así, así es que se gobierna!, coreaban extasiados ante las expropiaciones de fincas y empresas distribuidoras y comercializadoras de alimentos y ahora declaran cobardemente que fue un error, una injusticia.
Ni una palabra para prevenirlo de su error, cuando, el 11 de septiembre de 2008, ordenó tomar “todas las plantas de producción de alimentos”. Al contrario, se frotaban las manos imaginando los robos que cometerían con las importaciones consecuenciales.
Babeaban en orgasmos perpetuos ante el despilfarro del ingreso petrolero extraordinario, vaciado con redobles patrioteros y orgías oníricas de la patria grande en las fauces insaciables de los evos, fideles, amadineyaces y demás chulos inservibles del planeta.
Dispuestos a matar a quien se atreviera a cuestionar la estupidez que desbarrancaba los pozos de petróleo liviano por sobre extracción.
Plenaban a reventar los auditorios en los cuales un Chávez transmutado en arpa llanera -“yo soy el alma del pueblo venezolano”- barruntaba por horas y horas mientras la corrupción abría troneras insondables en el erario.
Saltaban de gozo ante la violación de los derechos humanos y la coacción, el hostigamiento contra medios de comunicación independientes, a cuyas fachadas lanzaban excremento, y la persecución, exilio y encarcelamiento de editores.
Pero de repente, les da un ataque de pudor democrático y se atreven a criticar lo que por ceguera interesada, transada en divisas, ocurría frente a sus ojos a lo largo de 18 años de oprobio.
Los críticos éramos nosotros, que por todos los medios al alcance decíamos al pueblo que detrás de todo despilfarro viene el hambre. Pero nuestra voz se debilitaba en la multitudinaria estridencia verbal de los posesos que coparon todo el espectro comunicacional del país, con minúsculas excepciones inutilizadas por el espanto de la sabana redivivo en salvajes hordas armadas de moto y nueve, que incendian sedes de partidos políticos y sentencian a sus líderes al terror, patean diputados de oposición con la más degradante impunidad propiciada por el silencio del ahora de súbito chavismo crítico, cómplice por omisión del sicariato judicial que criminaliza la protesta social o sindical y la denuncia de su asquerosa corrupción.
¿Qué critica el chavismo crítico?
Nada, que cuando el hambre era una lejana inmediatez, compartían el dislate de la guerra económica, pero cuando llegó de verdad, como anunciáramos en miles de artículos y horas de radio trata de lograr olvido para sus rodillas escarnecidas: ¡vaya chavismo crítico!
Con las palmas de las manos humilladas, por supuesto, busca sobrevivir, como las cucarachas, de una probable conmoción social de cuyos alcances está llena la historia.
«En ataque súbito de pudibundez, ante el grave cierre de operaciones del Citibank, exige frenar corrupción en Pdvsa, después de 18 años de complicidad por omisión o disfrute opíparo.»
Camaleón de nervioso bizquear, mira acurrucado como su otrora soberbio rojo se disuelve en el verde oliva de la incertidumbre, y, por si las dudas, lanza pelladas de culpa sobre Maduro, su incondicionalidad lacaya no se atreve a reconocer que la culpa fue, es y será de un ebrio del poder otorgado por la ignorancia, la violencia y el miedo, que recibió, por locuras de la geopolítica, aunque la idiotez lo atribuye a su taumaturgia, la más colosal fortuna que haya visto la historia de América Latina irse por el albañal.
Y la usó, con el aplauso acrítico de los noveles críticos, para fomentar el odio racial. Producir inseguridad. Inflación, Subempleo y desempleo. Desabastecimiento mortal. Deserción escolar. Destrucción de la moneda. Fuga y quiebra de transnacionales necesarias.
Es decir, ¡hambre! ¡Sufrimientos! ¡Enfermedades! ¡Desolación! ¡Miseria! ¡Luto! Y se murió. Escapó por la tangente.
«Su torpeza produjo un Big bang inverso y nos dejó el país hecho un estercolero. Ingobernable por el desastre socioeconómico.»
Pero antes de partir, sin una sola muestra de rechazo del chavismo crítico, designó a Maduro. Un obsecuente de origen incierto, que no ha puesto una coma suya en el discurso original que produjo esta inmunda traición a la patria, que es la gente; que acepta todas las culpas para salvar la imagen estatuaria del insepulto de la montaña. Sacrificio inútil.
El legado de mentiras y desaciertos quema sus manos. Chávez está muerto. El pajarito ya no le silva. El pueblo lo cacerolea. Las herederas no le llaman hermano. Doña Elena lo culpa por la muerte de otro hijo. Los Castro lo miran como gallina que mira mato de agua.
El chavismo cívico-militar de la godarria le impide salir corriendo, su deseo más íntimo, como se desprende de su expresión despavorida que trata de disimular con ademanes prestados. Fragilidad proclive al nacimiento del arrogante chavismo crítico, que se retrata sonriendo con la actitud piadosa de posibles salvoconductos.
Pidan perdón, carajos
Cuántas veces dijimos a los trabajadores ¡socialismo no paga prestaciones sociales! ¡Revisen la historia! ¡No aten el futuro de sus hijos a la esquizofrenia socialista! ¡El socialismo es militarismo o no es posible, y el militarismo es represión! ¡Cuántos insultos recibió nuestra verdad! ¡Cuántos vejámenes de la indignidad recibió el mérito!
Duele haber tenido razón ante tanta idiotez empoderada que ahora pretende esconder su responsabilidad tras la crítica, en lugar de pedir perdón de rodillas a ese pueblo ingenuo que no sale de su aduldolescencia por culpa de interminable sucesión de infames vendedores de parcelas en el cielo, que le ha castrado su hombría de bien, apoyados por el desborde de la envidia, el odio y la codicia, travestido de resentimiento social.
En conclusión
No poseo atributos merlinescos para adivinar el futuro, pero el tropel de ratas abandonando el barco, suele ser indicio de naufragio inminente. La imagen de un pueblo unido por el hambre, buscando comida en países vecinos, no augura nada grato.
¡Ya basta!
Rafael Marrón González, Correo del Caroní.