No dudamos que la MUD, y el conjunto de los líderes democráticos del país, se han empeñado y logrado éxitos fundamentales en la lucha para que Venezuela le ponga fin cuanto antes a la dictadura de Maduro.
Pero, igualmente, anotamos que, no pocas veces vacilaciones y postergaciones desaceleran la que debe ser una presencia permanente en las calles para protestar y revelar que el pueblo está harto y decidido a que no más allá de este año se le dé plazo al inquilino moroso de Miraflores.
Convenimos que tales exigencias no son fáciles de admitir, y menos de provocar cambios, en el liderazgo opositor, acostumbrado, después de 17 años, que la vía electoral, por muy frustrante que resulte, puede deparar triunfos, como se demostró en las elecciones parlamentarias del 6D.
Pero diciembre pudo resultar el punto de quiebre que necesitaba el chavismo para despedirse de los escarceos electorales, pues les demostró que habían perdido la calle y, de ahora en adelante, derrota por los medios que fueran, menos por los electorales.
Pero el pueblo, los electores, también percibieron hasta donde podía extenderse ahora la confianza en las elecciones y cómo, si no se podía renunciar a las mismas, había que acompañarlas con movilizaciones de calles para que la salida de Maduro no fuera un sueño sino una realidad.
Y esos son los mensajes que están llegando del pueblo al liderazgo opositor y que deben recogidos y llevados a una praxis que, no puede detenerse en consideraciones jurisprudenciales, porque, no es solo que el gobierno no las respeta, sino que las usa más y más como una camisa de fuerza para que la oposición no rompa con la rutina y el acostumbramiento.
Afortunadamente el pueblo si se sacudió las normativas desenergizantes y lo que sucedió hace poco más de un mes en Villa Rosa, Margarita y ayer en Boconó, Estado Trujillo, son prueba de ello.