No es una novedad, sino una reacción rutinaria, la que el régimen ha desatado, desde mediados de la semana pasada, contra la movilización nacional que sacude a Venezuela y avanza hacia Caracas.
El miércoles se conoció que esbirros de la GNB y el SEBIN se atravesaban en la ruta de los valientes indígenas de Amazonas, y que el Sacerdote Peregrino, Lenin Bastidas Villegas, era hostigado y casi detenido durante su paso por San Juan de Los Moros.
Pero nada que detuviera el inicio de la avalancha que se extiende por todo el país y en horas será un mar de gente.
Como tampoco la detendrá la criminal detención del dirigente de Voluntad Popular, y exalcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos, la madrugada del día viernes, quien fue despertado y sacado a rastras de su caso –en una demostración de sadismo sin par- en presencia de sus hijos –unos niños- y de su esposa, la alcaldesa, Patricia Ceballos.
Hay también amenazas de devolver a Ramo Verde al alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma –cumple casa por cárcel desde hace año y medio-, y detener a líderes emblemáticos de la oposición como Léster Toledo, de Maracaibo, Estado Zulia.
Pero Venezuela no se detiene, no se amedrenta por los zarpazos de una dictadura agónica y avanza incontenible, impertérrita, como un río, como un mar y el jueves será un acontecimiento mundial que dará inicio al fin de la dictadura más atroz que ha conocido el país: la de los lacayos que, por órdenes de los hermanos Castro, pretendieron destruir la patria de Bolívar para convertirla en colonia de Cuba.