Creo interpretar el sentimiento del 80 por ciento de los venezolanos que rechazan Maduro, al recomendarle a los partidos políticos representados en la MUD no asistir a la reunión pautada el próximo seis de diciembre con el régimen y proceder, de una vez, a dirigirse al país para explicarle la causa de la decisión y la nueva estrategia a seguir.
Y es que, no cuesta nada entender que continuar dialogando con un gobierno que se burla de un Acuerdo, y además, lo celebra, no solamente es prestarse a la siniestra estrategia madurista de “ganar tiempo”, sino contribuir a que el pueblo venezolano “lo pierda”, mientras permanece colgado de la ilusión de que en el diálogo están las soluciones.
Que en realidad nunca las tuvo, pues, en lo que va del año, y, sobre todo, a los días que siguieron a firma del Acuerdo el 12 de noviembre, la dictadura no ha cumplido uno solo de los seis compromisos adquiridos, arreció la represión y, no solo no corrigió su política económica, sino que la ha reforzado con el infierno de la hiperinflación en su intento inútil de que los venezolanos doblen las rodillas.
Objetivo que es el mejor acariciado por Maduro, y su patrón el dictador Raúl Castro de Cuba, quien no se satisface con reducir a polvo a la isla de Maceo y Martí, sino que pretende hacerlo con Venezuela de Bolívar, Miranda y Páez.
Es, entonces, de urgencia, inexcusable e inaplazable que la MUD se retire ahora mismo de la Mesa de Diálogo, la denuncie como un “acto fallido” concebido por Maduro y sus compinches para ganar tiempo y retome su conexión con el pueblo, la sociedad civil y el electorado, para retomar la agenda de calle que suspendió en octubre pensando que en el caos de los totalitarios y sus cómplices se anida otro sentimiento que no sea la maldad.
Y llamando a que la AN se declare en sesión permanente, emita un pronunciamiento decretando la “emergencia nacional” y convoque al pueblo para restituir la paz, la democracia, la racionalidad económica y el hilo constitucional