Manuel Malaver
Creo que si no existieran los decretos, Maduro los habría inventado, pues difícilmente existe otro caso en la historia de un presidente que los haya “decretado” con tanta profusión, aspavientos, echonería y convencido de que no sirven para nada.
En otras palabras que, los decretos de Maduro son un caso de escandalosa inutilidad, ya que, aparte de que nunca se implementan, si se intenta, al poco tiempo caen en el olvido porque ya “el presidente que habla con los pájaros” está “decretanto” otros.
Para no irnos tan lejos, yo recordaría el caso del “Decreto de Emergencia Económica” con que empezó el mes de enero, famoso porque la oposición de empeño en anularlo, siendo que, todos los decretos de Maduro son nulos, porque jamás salen del papel.
Lo peor, sin embargo, es que Maduro decreta ahora un “Estado de Excepción” que es como para hacer realidad el decreto de enero, lo cual no quiere decir sino que, con Maduro, los decretos prohíjan decretos.
Pero eso, si se entiende que es lo que quieren decir los decretos, por lo general escritos con tal confusión de conceptos, planes y objetivos que, al final, devienen en un atropello a los derechos del buen castellano.
Barbaridades que se repiten, pleonasmos a granel, arcaísmos que ya nadie recuerda, y puntos y comas innecesarios que es como caer en un relleno insanitario del Idioma.
Por tanto, propongo que en vez de estar preocupada por decretos que no se van a cumplir, y que solo firma Maduro para llamar la atención y darse ínfulas de dictadorzuelo, la oposición lo acuse de violar los derechos de la lengua que nos legó Cervantes y de una vez pida su destitución por inútil y mal hablado.
Y que de una vez prohíba la decretomanía por los siglos de los siglos, pues para lo único que se presta es para que el dictador o presidente de turno se de importancia y consiga que por algunas semanas la ciudadanía piense que existe.